Sentir cómo la tinta va
rasgando el papel con la dulzura de una nana e impregnándola de ese olor tan
característico… Algo casi tan fantástico como oler un viejo libro, sintiendo el
contacto de tus manos con la suave e inquietante carátula, sin miedo a leer a
oscuras con una linterna alumbrando tus pensamientos.
Esas maravillas que tanto
echaba de menos y que, a veces, se me antojan tan lejanas…
Me encuentro en un punto del
camino en el que retroceder es una pérdida de tiempo pero avanzar se me queda
grande para estos zapatos. La luz de poniente es cegadora y yo aún tengo tiempo
para recrearme en mis sueños, tan dulces e infantiles.
¿Crees necesario un golpe
certero? Mi cabeza al menos no.
Quizás a mi fuero interno le
dé por apagar las estrellas que, tenuemente, van iluminando la escalada. Pero
no será por complicarlo. No… Sino por hacerme entender que se consigue más con
una sonrisa que con una espada y que, con estas palabras, los ojos de plata
vuelven a alzarse veloces aunque incompletos hacia una perfección inexistente.
Espero despertar mañana con la
respuesta apropiada. De momento, caminemos lento.

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