martes, 17 de abril de 2018

El primer mes.

Al principio, vas levitando.
No sabes muy bien dónde estás ni el motivo.
La niebla no te deja ver más allá de tus pasos y los porqués se acumulan a las puertas de tu mente.

Haces un esfuerzo por retener a los miedos. 
Se intentan colar por los resquicios de lo que todavía es tu vida normal. Tal y como la conocías.
Una vida que no volverá a ser la misma... 
Cambia en un segundo. Con un simple "clic".

Intentan hacerte poner los pies en el suelo.
Pero no quieres.
Ese no es tu suelo.
¿Dónde está mi suelo, firme y recto?
Ha dejado paso a un montón de dunas. A un desierto de preguntas que no quieres escuchar.
Quiero estar a salvo; quiero volver a casa...

Encuentro mi refugio muy dentro de mí y no quiero salir. 
No es el mejor lugar pero, al menos, en la oscuridad, nadie me molesta.

Pasan los días y esa oscuridad empieza a dejar paso a un túnel poco iluminado.
Poco a poco, empiezas a querer salir (un rato) de tu burbuja.
Y ese túnel es tan esperanzador...
Sigues levitando pero ya no estás tan lejos del suelo.
La caída sigue dando miedo.
Todo da tanto miedo...

El túnel se hace más grande a medida que pasan los días y empiezas a ver una posible salida de toda esa oscuridad.  Decides entrar y posar tus pies en el suelo por primera vez en mucho tiempo.
Al principio, te tambaleas. Parece que tus pies han olvidado cómo andar. Pero te esfuerzas. Lo intentas una y otra vez. Y, aunque tus pasos son lentos, te adentras en el principio de una nueva historia.

Y sonríes. Aunque no te apetezca; aunque sea una sonrisa falsa. 
La actitud es muy importante.
Sonríes por ti y por ellos.
Y avanzas.

El camino acaba de empezar, la niebla empieza a desvanecerse y tú sólo tienes una opción posible: seguir adelante.



Escrito pensando en María L.



No hay comentarios:

Publicar un comentario