martes, 4 de noviembre de 2014

"Nunquam victus ero"

La dulce e inexplicable sonrisa aguamarina de las mañanas del mes de Mayo se encontró perdida entre los papeles arrugados del que creó una historia a cambio del perdón.


Nunca- decían los valientes-. Nunca perderemos la esperanza”. 
Pero no fueron ellos quienes incumplieron sus palabras 
sino los corazones rotos, 
perplejos, que lloraban.

Cuatro paredes de una torre obsoleta.

Relatos del que quiso y no pudo. 
Secretos oscuros. 
Atrapada entre cuatro paredes, la vida pasa ante mis ojos imperceptibles. 
Y, de pronto, tu mundo empieza a desmontarse.
 Las piezas que parecían encajar se caen con el temblor de tus pensamientos. 
Sabías que debías cambiar pero el miedo sigue ahí 
y, quizás, es eso lo que le impide construir, 
piedra a piedra, paso a paso.


Intentas aparentar que todo va bien. 
No por lucir oro donde no hay más que cenizas, 
sino para convencerte a ti misma de que aún puedes recorrer el camino con una sonrisa, 
que todo sigue igual, que eres la misma.
Pero no es verdad.

Y, poco a poco, te pierdes en la oscuridad…
Mas no debo desvelar los encuentros fortuitos con el fuego, 
pues en la negra noche, el humo desvela tus intenciones.



Relatos de una mente dispersa.

Quería sentir que los mundos volverían a refugiarse en la soledad de la noche. 
Bajito, susurrando, cantarían a las estrellas las batallas y venganzas planeadas; 
los logros y los sueños escondidos bajo la tela de sus banderas.
Pero la luna responde siempre con la misma pregunta que consigue evaporar la tranquilidad: 
“¿Quién eres tú?”.


Y, así, uno a uno, cada caminante evitaba sus ventanas, 
negras, vacías, con la esperanza de una nueva luz al alba...

Incumplidos

No hace mucho, sonreír no era tan caro. 
Evitábamos los encuentros furtivos entre las espadas, envainadas en mentiras vacías.
¿Quién rogó a Baco un poco más de tiempo para encerrar en la caja de música sus sueños?
“Incumplidos- dictaba él-, hallarán la muerte entre cuatro paredes de latón mientras, 
tú, vanidoso humano, hallarás la soledad en cualquier rincón”.

Y no perdía la costumbre de recordarnos sus promesas cada vez más huecas, 
escritas con tinta que ya no cesa…


domingo, 2 de noviembre de 2014

Papel y tinta, solo eso.

Hace tiempo, aprendí a desahogarme con las palabras. Creo que, plasmar tus sentimientos en una hoja en blanco y ver cómo cada letra, en composición y en cadena, van manchándola de verdades nunca dichas y escondidas, es uno de los mayores placeres.
Sentir cómo la tinta va rasgando el papel con la dulzura de una nana e impregnándola de ese olor tan característico… Algo casi tan fantástico como oler un viejo libro, sintiendo el contacto de tus manos con la suave e inquietante carátula, sin miedo a leer a oscuras con una linterna alumbrando tus pensamientos.
Esas maravillas que tanto echaba de menos y que, a veces, se me antojan tan lejanas…




Me encuentro en un punto del camino en el que retroceder es una pérdida de tiempo pero avanzar se me queda grande para estos zapatos. La luz de poniente es cegadora y yo aún tengo tiempo para recrearme en mis sueños, tan dulces e infantiles.
¿Crees necesario un golpe certero? Mi cabeza al menos no.
Quizás a mi fuero interno le dé por apagar las estrellas que, tenuemente, van iluminando la escalada. Pero no será por complicarlo. No… Sino por hacerme entender que se consigue más con una sonrisa que con una espada y que, con estas palabras, los ojos de plata vuelven a alzarse veloces aunque incompletos hacia una perfección inexistente.
Espero despertar mañana con la respuesta apropiada. De momento, caminemos lento.

lunes, 10 de febrero de 2014

Siete poderes.

     Y entonces te das cuenta de que no todo el mundo vale para lo mismo en tu vida. Que hay personas que no dan nada y no valen nada. Hace mucho tiempo aprendí que las palabras tienen la importancia que tú les das. Ni más ni menos. Y que vuelan, vuelan lejos y se esfuman entre la brisa quemándose poco a poco al rozar los rayos del sol, caducándose.
     Nunca quise terminar las despedidas. De hecho, nunca me gustaron. Pero hoy es el frío el que impone sus reglas. Quizás me equivoco al dejar fluir mis pensamientos a la intensidad con que corren por mis venas pero si los sentimientos fueron alguna vez claros, creo que ya es hora de servirlos en bandeja.
      Siempre supe que "dos no hacen, si uno no quiere". El problema es... que yo siempre quería. Eso sí, siempre nos quedará el consuelo de que al final quedaremos los que siempre fuimos.

#SietePoderes

domingo, 9 de febrero de 2014

El tiempo, que solo nos roba tiempo.

     Entonces me di cuenta de que no puedes pedirle a un médico que tenga el diagnóstico exacto al ver al paciente. Nada en la vida sucede tan rápido. No podemos pedir que ellos rompan la regla. Supongo que buscar un culpable siempre es un gran alivio. Saber que tú has hecho lo que has podido, que el destino de una persona ya no está en tus manos, sino en las suyas.  Y el miedo a perder aquello que queremos es el que nos hace buscar culpables. Es más fácil que reconocer nuestros errores, piensan algunos. Pero lo que no tenemos en cuenta es que el tiempo corre en nuestra contra...
No siempre hay un motivo, no siempre hay un culpable. A veces las cosas suceden porque tienen que pasar, porque es lo que debe ser. Porque así es mejor. E ignoramos el tiempo. Creemos poseerlo. Al fin y al cabo hemos llegado a la luna, ¿por qué no parar el tiempo? Pero la solución no está en detener las manecillas del reloj. A veces, la solución está en uno mismo.


Despierta, el mundo llama a tu puerta.

    El mundo sigue girando, no se detiene. Aunque te escondas, aunque huyas de él... seguirá ahí cuando despiertes. Imponente, inexpugnable. Seguirá esperando a nuestros miedos, a que desaparezcan, a que se evaporen y volvamos a la luz... pero no estará ahí para siempre.
    Un día desaparecerá de tus ojos, te será negada la vista de sus calles desgastadas por el tiempo, de sus paisajes remodelados y será el momento en el que eches de menos. Quizás, por última vez.




jueves, 16 de enero de 2014

Al final empieza lo mejor.

       De pronto recordó aquella noche oscura y dulce. Recordó el tintineo de sus tacones al arañar el suelo, como intentando dejar huella  en unos adoquines poco usados. Recordó su mirada perdida entre los árboles que adulaban a la luna (por envidia o por placer). Sintió su tímida respiración tras ella y volvió a rodearse de unos brazos que prometían recuerdos y más noches como aquella.
       Al rozar el viento la sonrisa de sus mejillas, sus pupilas tornaron como el reflejo de la luna, grises, casi plateadas (bueno, no del todo, aún no era ella), quedando hipnotizada al elevar su mirada hasta un cielo embaucador. Las nubes, como escaleras de caracol, se enlazaban y ascendían por el cielo estrellado. Quizás intentando rozar aquella luna, quizás intentando escapar. Hasta que no conseguían llegar hasta el último peldaño no conseguían evaporarse en la oscuridad, aunque desoladas, sin llegar a conseguir su propósito. Las estrellas, resentidas, dejaron en soledad a aquella resplandeciente luna que acompañaba a la noche hasta su guarida, dando lugar a una noche áun más oscura.
       Ella intentó captar aquel resplandor y guardarlo lentamente en su mirada; él consiguió apaciguarse respirando su aroma una vez más porque, como solía describir la lluvia al rozar su ventana, al final empieza lo mejor...