viernes, 29 de abril de 2011

Muchas veces ni siquiera son las palabras, sino la persona que te las dice.

Ese olor. 
Lo quieres recuperar. Quieres tenerlo a tu lado. Quieres que vuelva. Que vuelva ese recuerdo.
Quieres que vuelva él, aunque solo sean cinco segundos. Cinco segundos oliendo a él. Ese olor que está grabado en tu cabeza. Que intentas atrapar cuando está a tu lado. Que intentas recordar con el más mínimo detalle cuando estás  lejos.
Ese olor. No quieres que se vaya de tu lado. Su olor.
Y cuando hueles algo parecido, inmediatamente, aparece su imagen en tu cabeza. Su imagen. Él.  Y sientes ganas de correr y buscarlo y, simplemente, volver a captar ese olor. 
Repito, su olor. 
Porque así eres feliz.


Cárcel de cristal.

Nunca llegas a acostumbrarte del todo. 
Es demasiado. Demasiadas cosas. 
Siempre igual. Siempre lo mismo, sí. Pero cuesta tanto... 
Marcharte una y otra vez.
Y entonces entras en la ciudad. Esas calles. Ese parque. Ese puente. Esos edificios. Ese. Ese en concreto. Lo conoces demasiado bien para tu gusto.
Encerrada. Encerrada en una cárcel de cristal. Sin salir. Sin asomarte a una ventana. ¿Para qué? No quieres recordar nada, no quieres pensar lo afortunados que son ellos, lo felices que son. No quieres pensar lo que te estás perdiendo. Este sitio. Este sitio tan distinto a aquel que era mi mundo. Mi vida. Mía. Mía y de nadie más. Hasta que una tarde te la arrebatan de golpe.
Y vuelves a mirar.
Porque, cuando todo acabe, sabes que renacerás. 


jueves, 28 de abril de 2011

Sonrisa permanente.

<<Porque cada vez que digo: “tranquila, estoy bien" realmente estoy esperando a que alguien me diga: "no, no lo estás".>>

                                     

En mi oscuro rincón.


Y estás en tu habitación, mientras esa canción vuelve a sonar entre cuatro paredes ahogadas por el miedo. Y te pierdes entre ese estribillo que, desgraciadamente, representa lo que eres últimamente.

"Y es que todo se muere y tiemblan mis paredes. Y nos gusta disimular cuando todo nos sale mal"

 Estoy sin orden, estoy desordenada, ya no sé cómo empezar y como terminar las cosas. Y es que los problemas  me han hecho pasar por malos momentos, y ahora intentaré que el tiempo se deshaga de ellos como pueda.

Sigo siendo la misma, pero con otros ojos.

Echas de menos el patio. El olor a tostadas recién hechas al entrar en el bar, esos treinta minutos de libertad. Echas de menos tu pupitre lleno de rallones y apoyarte en la pared hasta que algunos de tus profesores te diga que te sientes correctamente. Echas de menos correr por el patio, subiendo y bajando escaleras, en educación física.
Echas de menos los Reading, los Writting y los Speaking, por muy mal que se te den. A Miguel de Unamuno, las rimas de Becquer e incluso las oraciones compuestas, aunque aún no entiendas muy bien el porqué.
Echas de menos esas clases de ética que te han enseñado a ver las cosas de otra manera y te han ayudado en tantos momentos difíciles. Las de religión, dónde este curso has descubierto que esa asignatura no tiene porqué ser aburrida.
Echas de menos pasarte horas aprendiéndote tu trabajo de música para exponerlo delante de veintiún compañeros, a los que, por supuesto, también echas de menos. Echas de menos los vídeos de ética y las películas en inglés. Y aunque me cueste decirlo, echas de menos tirarte horas en tu cuarto estudiándote los exámenes.
Echas de menos traducir los diálogos de portugués, mancharte los dedos de carboncillo mientras haces que esas líneas imperfectas de tu papel vayan tomando forma y echas de menos, incluso, las ecuaciones a las dos de la tarde, un viernes, deseando que la aguja marque, desesperadamente, las dos y media para poder salir por esa puerta.
Porque todo lo que formaba parte de tu vida normal, está a un lado. Por un solo motivo: que todo vuelva a ser como antes. Normal, como tiene que ser.
Y es así como, un día normal, te pasas estudiando una tarde y a la mañana siguiente… ¡PAM! Todo cambia. Y además, sucede sin que te des cuenta, sin que te enteres, algo que nunca imaginaste, ni siquiera pensaste en pensarlo.
Y te miras. Te miras en el espejo donde antes eras tú y ahora no eres nadie.
Una sombra. Un recuerdo de lo que fuiste.
Pero ahí estás. Con esa sonrisa que te caracteriza y que no vas a dejar que nadie te quite. Porque se lo has prometido a todos los que están a tu lado. Día a día, sacando la mejor de sus sonrisas, intentando animarte, de cualquier manera, aunque no sepan muy bien cómo hacerlo.
Todas esas personas que te han ayudado, a seguir, cueste lo que cueste. Porque no puedes dejar de sonreír. Porque si dejas de sonreír, pierdes. Y si pierdes, se acabó todo.



lunes, 25 de abril de 2011

Puedes conseguir cualquier cosa pero no recuperar el tiempo perdido.

-¿Lo más duro es el tratamiento?
-No, lo más duro es no verles, estar a 800 km de casa. Lo más duro es no ver a tu familia durante meses, no poder dar ni un paso sin caerte o no sentir el contacto de su mano en mi piel. Eso es lo más duro, no un estúpido tratamiento.

miércoles, 20 de abril de 2011

Necesito lo que nadie puede darme.

Entonces, despiertas con ese estúpido pensamiento en la cabeza otra vez. Algo normal en ti los últimos días. Algo raro en ti. Nunca has sido como ellas. Pero ahora estás segura de que ya nunca lo serás. Eso te alegra en cierto modo. Porque fue lo que te convirtió en lo que eres. Pero ahora, pensándolo mejor, es lo que te está hundiendo.


martes, 19 de abril de 2011

A veces, antes de encontrar algo, hay que perderse un poco.

No dejes de equivocarte, de tropezar y caer, una y otra vez, con la misma piedra.
No retrocedas. Sigue, continúa, no pares. Mirada al frente. 
No permitas que nadie te arrebate nada. Hoy lo susurra mi voz, mañana te lo dirá cualquiera. 
No pierdas esa sonrisa aunque no tengas razones. La lucha no cesa. Y no hay nada que valga más que tú. No lo pienses dos veces, sé feliz. 

domingo, 17 de abril de 2011

Consecuencias.


No todo en la vida son malos momentos. Hay que aprender a esperar, a saber que no todo se puede tener en el momento en el que nosotros queremos. Hay que saber esperar, porque eso es lo que en realidad luego te trae buenas consecuencias.





viernes, 8 de abril de 2011

Aquellos días.

Es difícil. Pero aun así, sigues. ¿Por qué? Tampoco lo sabes muy bien. Quizás porque entre tus muchos defectos está ese de ser muy cabezota. O quizás porque has luchado demasiado como para rendirte ahora. O porque simplemente no te da la gana dejar de sonreír, aunque solo sea por ellos.
En realidad, eso es lo único que tienes seguro. Es tuyo y no te lo van a quitar, eso no pueden.
Es duro, sí. Pero más duro es rendirte y negarte a seguir, a luchar. Porque, en el fondo, todo volverá a ser como antes, tarde o temprano.
Y volverás a reír a carcajadas por cada tontería como si fuera la última. Porque te lo mereces. Sí, como en aquellos días cuando todavía eras completamente feliz.

jueves, 7 de abril de 2011

No hay nadie mejor que yo para perder la noción del tiempo.

Tú no entiendes lo que es escuchar a las tres de la tarde el "Ring Ring" del teléfono. Un simple sonido. Molesto para algunos. Incordiante. Irritante. Pero para otros es sacar esa estúpida sonrisa, esa cara de huevo frito, sonreír aunque el tiempo diga lo contrario, aunque te cueste la vida. De repente, eso se vuelve fácil.
Sin sentido.
Llévame donde solo estemos tú y yo. Solos. Perdidos. Donde nadie pueda vernos.  Hagamos locuras juntos. Arrepintámonos luego si quieres. Pero ahora quiero hacer el loco como nunca lo había hecho.
Que sí. Que sé que no soy esa niña buena que sigues buscando. Que lo sé. Que no soy perfecta para ti. Que no soy perfecta para nadie. Que soy imperfecta. Que todo lo  que hago está mal. ¿Pero sabes qué? Que tú sonrisa vale más que nada en este mundo. Y eso es lo único que me importa.
Gracias por ser tú.




miércoles, 6 de abril de 2011

Promesa incumplida.

Despiertas de madrugada. Otra vez esas pesadillas. Pero no recuerdas nada. De pronto, ves su cara, le recuerdas y lo primero que haces es echarte a llorar. No lo entiendes. Se supone que…
Y meses después, vuelven. Pero esta vez no es por él, esta vez no duelen de esa forma. Esta vez eres capaz de dormir, antes apenas dormías 5 horas seguidas.
Hacían daño. Dolían. Quizás demasiado para entenderlo.
Ahora es distinto.
Ahora hay otro motivo, quizás no más importante, pero duele igualmente.
Cinco meses. Cinco meses sin poder verle, sin poder tocarle. Cinco meses prometiéndote, cada día, que irías a verle cuando todo pasara. Que todo volvería a ser igual.
Ya no.
Una promesa incumplida.
Y esa sensación de que te estás muriendo por dentro. Sí, la conoces bien.

 “No puedo decirte que no llores, porque en estos momentos es algo imposible. Pero piensa que él no querría haber visto así. En este momento, lo que tienes que hacer es quedarte con lo bueno, con esas sonrisas, esas tonterías, las caricias y los abrazos. Todo aquello que te hizo sentirte segura por un momento, a su lado. Recuerda esos momentos en los que se reía contigo y piensa que si se reía es porque era feliz. Y eso es lo único que te tiene que importar ahora. ”