lunes, 24 de diciembre de 2018

3 de Noviembre.

Qué bonito es celebrar que seguimos vivos, en cuerpo y alma;
que nuestro corazón vibra;
que no nos hemos rendido.

Qué bonito es ver que hay gente que realmente vale la pena;
que te regalan su tiempo aun pudiendo entregárselo a otros.

Qué bonitos son los detalles llenos de vida 
y la vida llena de detalles.

Qué bonito seguir luchando, riendo, soñando;
fallando, sufriendo y llorando.

Qué bonito aprender;
qué bonito un café a media tarde;
qué bonito disfrutar así.

Qué bonito.
Si es a vuestro lado.


"Sólo" eso.

Considero que no somos nada conscientes de lo que los demás hacen por nosotros. Especialmente, del tiempo que nos dedican. El tiempo, ese tesoro que desperdiciamos como si no valiese nada.
No valoramos nunca que otras personas nos dediquen un día, unas horas, unos minutos... y, cuando dejan de hacerlo, nos extraña. 
Que podrían estar dedicándoselo a otros.
O a ellos mismos.

Los desperdiciamos.
Al tiempo y a las personas.



Media sonrisa y sin armadura.

Lo felices que somos ahora y no somos conscientes.
Solamente nos percatamos cuando la oscuridad nos viene a buscar y nos encuentra sin armadura; con media sonrisa y las ganas de luchar.


Desgastada y oxidada.

Con los pies descalzos y los sentimientos en vena, me dispongo a abandonar una oscuridad que me pesa. Acostumbrada a acarrear con los años y las piezas que he desmontado por pereza, es extraño sentirme tan ligera. No obstante, sigo entera, desgastada en las esquinas; con la pintura algo oxidada por la esperanza que penetra y no se escapa. Dulce locura encontrarme otra vez en casa.




miércoles, 7 de noviembre de 2018

Llanto roto.

El rugido del mar me embelesa. Me ha capturado en sus entrañas y me ha mecido hasta dejarme sin habla. Me retiene en su abrazo eterno y su espuma rompe contra los vértices de mi cuerpo.
Ese llanto, que propaga con sus olas, ha eclipsado mis sentidos y se ha colado entre los pliegues de esta luz que, días atrás, consideré mi alma.
Descanso eterno; silencio roto por la fuerza de sus olas, que me roban un beso salado al encontrarme tan perdida en estas horas.
Y, en su oscuridad, ha aferrado mis miedos para no dejarlos nadar y que mueran en un naufragio de espuma y mar. 



Por suerte, la cosa cambió.

Quise tragarme todos mis miedos; engullirlos; enterrarlos en lo más profundo de mi ser. Anclarlos al fondo, que se ahogaran con sus propias lágrimas y cesaran esos gritos asfixiantes. Pero eso no te salva la vida. Más bien todo lo contrario.
Te destruye.



domingo, 21 de octubre de 2018

Somos tierra y universo.

Somos alas imponentes; miradas que se encuentran; paradas colapsadas.
Somos la luz de los ojos del que renace del infierno y de algún otro cielo.
Somos la oscuridad encarnada en esta copa de vino añejo.
Somos cuerpo; somos carne; somos células dispares.
Somos tierra y universo; lluvia y firmamento.
Somos ángeles desterrados, por cobardes y miedosos que se coronaron con nuestras debilidades. 
Somos lucha; somos fuerza y resiliencia.
Somos únicos e iguales.
Somos luz; desierto y paz; lágrimas de sal.
Somos todo y somos nada; 
            y una historia que contar; 
                 cicatrices mal cerradas
                      y muchos logros 
                                                  que nos quedan por soñar.



Herida y sonriendo.

Me pierdes entre los gritos que amenazan mi existencia. Pretendes silenciar mis sentimientos con el miedo que un día dolía y hoy ya no puede conmigo. Me crezco con cada discusión que pierdes con tus formas. Y, mientras tu enfado te hace cada vez más pequeño, yo sigo aquí.

Herida y sonriendo.


Libre.

Ningún tipo de sentimiento ni emoción se pueden forzar. Ni el amor ni el cariño; ni el odio ni el miedo. No se pueden comprar ni vender. No se puede obligar a alguien a sentir algo que ya no siente.
Cuando las manos tienen que sostener lo que el corazón ya ha perdido, ¿de qué sirve? 
Tus gritos no harán que te prefiera a ti. Ni tus amenazas. Ni siquiera mis miedos.
Mi libertad reside en que, sabiendo sobrevivir sin ti, prefiero estar a tu lado antes que llamar a otros. No hay dinero que me compre. Ni amenaza que me asuste tanto como para mantenerme a tu lado si decido irme. 
No eres mi dueño. Ni mi dueña. 
Yo no funciono así.
Soy libre.


Somos dioses a la altura de una hormiga.

A las tres de la mañana, la luz de las farolas hipnotiza mis pestañas; se desgarran mis sentidos; se culturiza mi alma. Al derramarse por nuestras sonrisas el brillo de cien mil estrellas, se ha remangado mi falda; he olvidado los modales; he accedido a tus trampas.




Al caer la noche gris por nuestras espaldas, he sentido tu mirada recorriendo mis ganas; he cumplido lo pactado; nos han reducido a montañas. Somos dioses a la altura de una hormiga; somos alas que se intercambian sus cadenas; somos la fusión de dos amantes de verbena.

jueves, 31 de mayo de 2018

Sobre la mesa del bar.

Con los pulmones repletos de ese cruel oxígeno que lucha por escapar de mí, escucho el golpe seco de mi corazón desplomado sobre la mesa del bar que nos vio por última vez, sabiendo que el beso que te prometí sólo será real en los recuerdos que recrea mi almohada al intentar dormir.




Vieja Estación.

Y aquí vengo, a veces, a recrearme en mis recuerdos.
Algunos malos; algunos buenos.

Aquí, donde nadie me pueda encontrar.
Mi refugio de aquellos años.
La vieja estación.

Despoblada, enredándose en el óxido que los recuerdos producen, sangrantes de dolor.
A pesar del tiempo, a pesar de los años, siempre me dedica unas lágrimas  al entrar por sus puertas.
Es su manera de decirme: "sigo aquí".

Aquí, en este silencio que sólo interrumpe mi alma,
me aíslo y tomo fuerzas para enfrentarme a lo que me espera ahí fuera.
Aquí, siempre aquí.
En mi vieja estación.




Y desaté.

Y me dejé querer por unos brazos
que no eran ni los tuyos ni los míos.

Y desaté las sábanas de varias camas
que no quise retener por pensar en tu mirada
y no en el huésped que la guarda.


Llévate un pedazo de mis labios.

Eres un escalofrío en las noches de Primavera,
la congelación de mis venas
y un susurro malhumorado.

Eres la noche que me desvela,
la luna creciente
y el beso que no llega.

Eres una nota sorda entre las teclas de mi piano,
la canción olvidada
y la sonrisa inesperada.

Eres la fuerza de mis manos,
el último empujón hacia la valentía
y la esperanza que se marchita en tus labios.





miércoles, 18 de abril de 2018

Con arrugas en la sonrisa.

Me sonríes tan segura de tus dudas,
tan orgullosa de tus cicatrices,
que me haces sentir que no estoy rota.

Que estas heridas que me forman,
me construyen
y no me estorban.

Que soy mil granos de arena
y un puñado
de historias.


A mi madre.

Madre coraje.

Se levanta en la mañana y en su pecho lleva grabado tu nombre.
Recorre su vida; una vida distinta. 
Disfruta y siente.
Ha creado un pedestal con tus sonrisas y ahora todos pueden contemplar tu magia.
Y tu genio.
Sin palabras, estas lágrimas dicen todo lo que siento al escucharte.

Rozamos caminos y me quedo prendada de ese ángel...
Una misma luz, una misma estrella.
Pero sigue habiendo una habitación que nos atormenta. 
Y ella se levanta valiente y sigue su vida. 
Con un latido menos porque ese corazón late en tu honor.
Y no le importa cederlo. 
Eso es amor...

Al pie del cañón. 
Admirable.
Madre coraje.


A Edu y a Marcos.



martes, 17 de abril de 2018

El primer mes.

Al principio, vas levitando.
No sabes muy bien dónde estás ni el motivo.
La niebla no te deja ver más allá de tus pasos y los porqués se acumulan a las puertas de tu mente.

Haces un esfuerzo por retener a los miedos. 
Se intentan colar por los resquicios de lo que todavía es tu vida normal. Tal y como la conocías.
Una vida que no volverá a ser la misma... 
Cambia en un segundo. Con un simple "clic".

Intentan hacerte poner los pies en el suelo.
Pero no quieres.
Ese no es tu suelo.
¿Dónde está mi suelo, firme y recto?
Ha dejado paso a un montón de dunas. A un desierto de preguntas que no quieres escuchar.
Quiero estar a salvo; quiero volver a casa...

Encuentro mi refugio muy dentro de mí y no quiero salir. 
No es el mejor lugar pero, al menos, en la oscuridad, nadie me molesta.

Pasan los días y esa oscuridad empieza a dejar paso a un túnel poco iluminado.
Poco a poco, empiezas a querer salir (un rato) de tu burbuja.
Y ese túnel es tan esperanzador...
Sigues levitando pero ya no estás tan lejos del suelo.
La caída sigue dando miedo.
Todo da tanto miedo...

El túnel se hace más grande a medida que pasan los días y empiezas a ver una posible salida de toda esa oscuridad.  Decides entrar y posar tus pies en el suelo por primera vez en mucho tiempo.
Al principio, te tambaleas. Parece que tus pies han olvidado cómo andar. Pero te esfuerzas. Lo intentas una y otra vez. Y, aunque tus pasos son lentos, te adentras en el principio de una nueva historia.

Y sonríes. Aunque no te apetezca; aunque sea una sonrisa falsa. 
La actitud es muy importante.
Sonríes por ti y por ellos.
Y avanzas.

El camino acaba de empezar, la niebla empieza a desvanecerse y tú sólo tienes una opción posible: seguir adelante.



Escrito pensando en María L.



domingo, 15 de abril de 2018

Risa floja, cuerda tonta.

He encontrado mil pecados descorchados entre el polvo de la pared y, aún así, me he atrevido a mirar a través del espejo. Dejando de lado todos los porqués y las dudas. Como si hubieran desaparecido de golpe entre mis manos, tibias y suaves.

Y, tú, ser imperfecto, te has arraigado a mi cuerpo como una segunda piel de la que no puedo desprenderme.
Tu olor sigue en mi pecho.
Tu mirada, en mi mente.

                                                     B.



Sin querer queriendo.

Me has roto en mil pedazos
sin querer o, quizás,
queriendo.

Me has hundido en tus mentiras
y te has divertido con ello.

Me has empujado,
me has atado
y retorcido
hasta matar todos mis últimos alientos.

Pero me has dejado vivo tu recuerdo...

                                                                               B.



Cuando los recuerdos esconden las sonrisas que necesitamos.

Cuando las calles te sepan a las cicatrices que dejamos fuera
y las de aquí dentro te empiecen a arder;
cuando los silencios no te miren ni apaguen las luces antes de irte a dormir
y la verdad se deje de hacer;
cuando los inviernos remuevan los versos que algún día quise escribirte
y no fue así,
ella estará aquí.


Aquí.

                                                            B.




En sentimiento y alma.

Me gusta cuando tiemblas
y te desnudas en sentimiento
y alma.

Me gusta cuando lloras
y desbordas las verdades
nunca antes dichas.

Me gusta cuando sufres
y asumes la valentía
de no volver a hacerlo.

Me gusta cuando gritas en silencio
a una ventana cerrada
aunque no logres abrirla.

Me gusta tu ira; me gusta tu enfado.
Me gusta tu oscuridad
que me absorbe y envenena.

                                                      B.