domingo, 21 de octubre de 2018

Somos tierra y universo.

Somos alas imponentes; miradas que se encuentran; paradas colapsadas.
Somos la luz de los ojos del que renace del infierno y de algún otro cielo.
Somos la oscuridad encarnada en esta copa de vino añejo.
Somos cuerpo; somos carne; somos células dispares.
Somos tierra y universo; lluvia y firmamento.
Somos ángeles desterrados, por cobardes y miedosos que se coronaron con nuestras debilidades. 
Somos lucha; somos fuerza y resiliencia.
Somos únicos e iguales.
Somos luz; desierto y paz; lágrimas de sal.
Somos todo y somos nada; 
            y una historia que contar; 
                 cicatrices mal cerradas
                      y muchos logros 
                                                  que nos quedan por soñar.



Herida y sonriendo.

Me pierdes entre los gritos que amenazan mi existencia. Pretendes silenciar mis sentimientos con el miedo que un día dolía y hoy ya no puede conmigo. Me crezco con cada discusión que pierdes con tus formas. Y, mientras tu enfado te hace cada vez más pequeño, yo sigo aquí.

Herida y sonriendo.


Libre.

Ningún tipo de sentimiento ni emoción se pueden forzar. Ni el amor ni el cariño; ni el odio ni el miedo. No se pueden comprar ni vender. No se puede obligar a alguien a sentir algo que ya no siente.
Cuando las manos tienen que sostener lo que el corazón ya ha perdido, ¿de qué sirve? 
Tus gritos no harán que te prefiera a ti. Ni tus amenazas. Ni siquiera mis miedos.
Mi libertad reside en que, sabiendo sobrevivir sin ti, prefiero estar a tu lado antes que llamar a otros. No hay dinero que me compre. Ni amenaza que me asuste tanto como para mantenerme a tu lado si decido irme. 
No eres mi dueño. Ni mi dueña. 
Yo no funciono así.
Soy libre.


Somos dioses a la altura de una hormiga.

A las tres de la mañana, la luz de las farolas hipnotiza mis pestañas; se desgarran mis sentidos; se culturiza mi alma. Al derramarse por nuestras sonrisas el brillo de cien mil estrellas, se ha remangado mi falda; he olvidado los modales; he accedido a tus trampas.




Al caer la noche gris por nuestras espaldas, he sentido tu mirada recorriendo mis ganas; he cumplido lo pactado; nos han reducido a montañas. Somos dioses a la altura de una hormiga; somos alas que se intercambian sus cadenas; somos la fusión de dos amantes de verbena.