lunes, 20 de noviembre de 2017

El Silencio.

Hay muchos tipos de silencios.
Hay silencios que te invaden y te llenan de un extraño y reconfortante calor.
Hay silencios que te arrebatan palabras, que enmudecen tu alma.

Hay silencios que paran el tiempo, que nos dan un momento, que nos dejan respirar…
Hay silencios musicales que danzan en nuestras cabezas y nos obligan a cambiar.
Hay silencios inconfesables y otros que se confiesan alguna noche del mes de Abril.

Hay silencios que gritan, que estallan, que explotan al silenciar.
Y hay silencios que callan, ausentes totales que obligan a callar.
También hay silencios que hablan por sí solos, que desbordan palabras por los ojos. Miradas que se expresan solas, miradas que te dejan marca.

Y hay silencios que dan miedo. 
Que aterran, que alarman.
Silencios que asustan, que matan lentamente y que no se pueden olvidar…






Aterrada... y valiente.

Y de miedos inundé mis huellas para poder dejarlos atrás con cada paso.
Firme y, a veces, valerosa, arranqué de aquellos ojos el brillo marchito por los años que aún nos quedan y sonreí al destino, pues sus juegos ya no me asustan. Más bien, me son indiferentes.
Así que miré a los ojos del miedo (oscuros, vacíos por dentro) y conseguí gritarle, al fin, aterrada y valiente, que se fuera. 


Cuentan que las agujas del reloj se paran al oír tu voz.

Este año pido más tiempo. 
Tiempo de ese que no sobra, que se desvanece con los besos. 
Tiempo del que enamora; tiempo para recaudar buenos momentos. 
Tiempo que se escapa, tiempo que se esfuma. 
Tiempo que no se deja atrapar; tiempo que se hace de rogar.
Tiempo, bendito tiempo.
De ese que no se acumula, que no se deja poseer. Rebelde sin causa, feliz y travieso.
Quizás por eso vale tanto, quizás por eso merece la pena. 
Porque cuesta retenerlo; porque cuesta atraparlo, conservarlo.
Tendremos que empezar a valorarlo.
Dicen que llega como la espuma de mar y se aleja, libre, sin cadenas, sin miedos.
Tiempo.
Tiempo de ese que no vuelve.
Tiempo que cuenta historias, que las atrapa entre sus alas para volar lejos.
Tiempo de ese que anhelan las agujas del reloj, esas que se paran al oír tu voz.


Bendito tiempo 
                                                que se alej
                                                                                                 con un beso. 


domingo, 19 de noviembre de 2017

El cielo llora.

Y el cielo llueve, triste, al verla marchar. Derrama sus lágrimas borrando las huellas que a su paso dejan los recuerdos que creamos juntas.

El cielo llueve, llora al saber que deja tantos besos atrás. Llora al ver tantas lágrimas caer por su ausencia. Llora el cielo porque su luz se apagó.

El cielo llueve, llueve en nosotros. Sabe que se ha ido, sabe que no volverá. Sabe lo que duele y lo que dolerá. Sabe lo que siento, lo que sentimos y llora. Nos acompaña en nuestro dolor, se une a nuestras lágrimas y brinda por ella. Por su locura imperfecta.

El cielo llora. Llora de alegría por habernos arrebatado tan bello corazón.