viernes, 2 de septiembre de 2016

Me hiciste despegar con las alas rotas.

No fueron muchos los intentos desesperados de huir de aquella cárcel de cristal.
Simplemente, era mi camino. Como otro cualquiera.
Y, como un guía en mi sendero, un resplandor cercano, busco una locura que reemplace el dolor que un día fue mi hogar.
Siento decir que no es sencillo asumir un despertar lejano pero entre tus brazos las lágrimas tienden a perder altura. Hacer sentir que todo va a salir bien era una de tus especialidades. Aunque las lágrimas te fueran a buscar, a las tantas, a una cama llena de miedos, despejada de virtudes. Y fue en tu fuerza, en esa valentía sincera, donde me refugié en las noches de tormenta.
Como el guerrero que vigila su destino, nunca abandonaste tu camino y sé bien el sacrificio que supone estar despierto en aguas profundas. Pero aquí estamos. Reencontrando esas sonrisas que se hicieron nuestras. Y le debo tanto a esas miradas que decían lo que tu voz se negaba a aceptar…
Nadie dijo que fuera fácil describir ese grito que desgarra mi garganta pero me hiciste despegar con las alas rotas y, créeme, ni los ángeles se atreven.
Al fin y al cabo, nunca supe agradecer con palabras lo que en mi fuero interno llevo.


A mi madre.

martes, 30 de agosto de 2016

Y que se rompan si se atreven.

Susurro con delicadeza para no desperdiciar instantes que se mezclan en esta bola de cristal.
Dejo caer los miedos y que se rompan si se atreven, que yo me encargo de esta noche.
Reencontrando sueños que dejamos perdidos en un cajón he mirado a tus miedos a los ojos y he gritado tu nombre hasta sangrar en mi piel.
Marcada, a fuego lento, se ha grabado el recuerdo de tantas noches que me dejé caer a los pies de una locura llamada “vida”.
Y siguiendo los pasos de esta lucha, perdí muchos pensamientos por el camino que hoy vuelven a encontrarme en esta encrucijada.


lunes, 2 de mayo de 2016

Siente el sentimiento que no calla.

Siente el sentimiento lejano de un beso que se pudre al son de cada lágrima.
Lágrimas que se pierden en tus mejillas, desojadas por un ligero aullido de victoria.
Victoria perdida en mil batallas de aquel campo desconocido, visitado en la memoria al despertar los sueños cada noche desde el día en el que los labios olvidaron algún nombre, sintiendo el alejamiento y…
Y, de todos modos, no gritarás a la luna pues el miedo acecha y la noche es larga.
Larga también la mañana de ligero llanto ante las plegarias de una dulce niña que siente.
Que siente y no calla.




Y así nos quedamos, en un intento frustrado.

Y duele pensar que das más de lo que esa persona está dispuesta a hacer por ti. Duele saber que el declive interno se apodera de tu ser. Pero aquí nadie puso las cartas sobre la mesa y nos perdemos entre las aguas marchitas del comienzo del invierno.
Buscamos un descanso entre las lágrimas, fugaces, que rasgan mis mejillas al contacto con sus labios. Persistimos en el intento frustrado de volver a encontrarnos. Pero tú eras más de ocaso y yo de encerrarme hasta el  amanecer.
Y así nos quedamos, en un intento frustrado.




Incompleta.

No confíes. No te dejes vencer.
No cedas. Mantente firme.
No huyas. Permanece ante el peligro.
No llores. La cabeza al frente.
No ames. No permitas que atraviesen tus murallas.
El dolor vendrá tarde o temprano. Como una brisa ligera que tornará en el pétreo aliento de un silencio que atraviesa y destruye todo a su paso.
No ames. Y, si lo haces, ama a medias. Deja un camino de huida. Deja un lugar donde las lágrimas no marchiten los muros de tu palacio.
Ansiada es la hora y dolorosa la llegada de ese puñal mezquino, que no se apiada ni de la más sutil belleza, encerrada entre esos labios, resecos de mentiras, engañados, torturados por un amor que nunca debió crecer.
No ames. No cedas. Resiste.
Sé fuerte y no te dejes vencer.
No tendrán piedad.



Aun así no hagas daño.
Pero ama a medias.
No des todo al desconocido de palabra esperanzadora.
Aunque estés incompleta.
Es mejor que estar rota.