sábado, 24 de diciembre de 2011

viernes, 23 de diciembre de 2011

Anclada en mi suelo.

No sé, siempre me han dicho que debo confiar en la gente que confía en mí, porque confiar en alguien lleva su tiempo y si me dan, deben recibir. Aunque debes dar sin esperar nada a cambio, ni siquiera una sonrisa. Pero de tanto dar, te puedes quedar seca.
Intentas hacerlo todo bien, preocuparte por todos, sonreír siempre, andar bien recta sin que se note mucho que hace cinco minutos te has caído. Pero luego, si te he visto no me acuerdo. Y cuando de verdad necesitas esa sonrisa, esa mano que te ayude a levantarte, no encuentras a casi nadie. O quizás sí, pero están demasiado ocupados con sus problemas como para preocuparse por los míos.  Mis problemas. ¿Qué problemas? Estúpidos, infantiles, egoístas. Problemas. Problemas. Mi problema es que no soy la que tengo que ser. Soy otra.
 Te explicaré las diferencias:
Bárbara. Acentos bien puestos, organizada, puntual, responsable, tímida, tonta, callada, nunca replica, nunca dice que no, hipócrita, perfeccionista, solo sabe reprimir, confía en to’dios menos en ella misma, experta en falsas sonrisas… encantada, soy Bárbara.
Bar. Despeinada, extrovertida, siempre sonriente, confía en los que tiene que confiar, no es como las demás, buena pero dura. Orgullosa pero si tiene que pedir perdón, lo pide. Quizás, a veces, demasiado pronto. Inmadura pero  madura, estúpidamente patética, se ríe de ella misma, payasa, se autopresenta, obsesionada con los pingüinos. Es una cría, sí, quizás lo siga siendo, pero es más fuerte de lo que ella piensa. Rímel en los ojos, gloss rosa, cámara en mano, azul eléctrico, no llueve cuando canta, sabe hacer cosquillitas, simpática. Ha tenido suerte a pesar de todo. Hola,  no nos han presentado, me llamo bar :)


Ahora que había conseguido ser yo, ahora me quedo anclada en la mitad. Anclada en mi suelo, un suelo que es mío pero que no me pertenece. Sueños escondidos en una hoja de papel truncada por mis miedos.
Todo el mundo tiene miedo de algo: a las alturas, a los payasos, a los espacios cerrados. Eso son cosas que se superan pero luego está el miedo a una misma. ¿Encajaré? ¿Estaré a salvo? Esos son miedos que no se superan nunca, así que, a veces lo único que puedes hacer es respirar hondo, abrazar fuerte a los que están a tu lado y esperar que todo vaya bien.

Momentos de lucidez. Lo vi claro. ¿Qué coño he estado haciendo? Despierta, ¿todavía sigues aquí? Bajé la cabeza sin saber qué contestar, miré una vez más atrás, me lo pensé unos minutos... Los peores minutos de mi vida ¡Joder! No me avisaron de que esto fuese así. La realidad es cruda, dura, y a veces triste, pero es la realidad. Hay que aceptarla. Y aun cuando seguía mirando atrás y tenía un miedo espantoso a girarme y mirar adelante, me dieron la mano.  Ahí es cuando te das cuenta. Miré a mi derecha, a mi izquierda. Ahí estaban, ellas, ellos, mis amigos. Mis buenos amigos.
El pasado es pasado y ahí debe quedar. El futuro está por llegar. Me dijeron que solo tenemos una vida, creo que fue eso lo que se me olvidó durante un tiempo. Ahora lo veo claro, no sé qué vendrá y tampoco quiero saberlo. Mejor dejar que me sorprendan, pues la vida no será siempre de color rosa pero es que no hay felicidad sin tristeza, al igual que no hay día sin noche. Un momento después todos esos recuerdos pasaron por mi cabeza, los vi ante mis ojos como una película de diapositivas... parecían tan reales. Horribles, ¿verdad? Claro que sí, pero es momento de dejarlos. Y giré la cabeza.
Sí, bueno, dicen que no soy la misma. Aparentemente, es cierto, pero eso es algo que no sabrá nadie más que yo. Prefiero dejar todo esto aparte. Como si no hubiese ocurrido. Hacer de tripas corazón. Y sonreír. Un día nuevo empieza, no va a pararme nadie.
Cierro esta etapa de mi vida con un punto y final.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Siempre hay algún motivo por el que continuar {21#}

Miré al frente. Allí estaba él. Sus manos sujetaban el espíritu ganador; sus pies rodaban mágicamente el balón haciéndolo volar más allá de las redes de la victoria. Quizás, era su mirada. El encuentro del verde y el marrón añadidos a ese toque especial. Un toque con efecto.
Tal vez, era su boca, sus labios… rosados, sabrosos, apetecibles. Deliciosos, con sabor a mar, a las olas turbulentas chocando con las rocas de la orilla. Su pelo, castaño tirando a rubio, ondeaba al viento al paso de su espléndido avance hacia la portería.
¿Conoces esa sensación de pensar que alguien te está mirando? Pues él me miró. Creo que fue una mínima de segundo, un instante dulce. Y solo supe sonreír con el exclamado rugido de los seguidores en las gradas a mi espalda avivando el ambiente.
Fue, quizás, un microsegundo… pero mordió su chapa.
Y jamás, nadie me ha demostrado más en una sola tarde. He de añadir que estaba lloviendo. Seguramente, solo los que me conozcan de verdad entenderán el porqué de las palabras escritas.


“Veintiuno”
Aquel número resonaba a su espalda, inscrito en su camiseta del color del crepúsculo cuando está alegre. Quizás, no signifique nada para muchos pero para mí… lo es, básicamente, todo.
Mi móvil emitió la despampanante ilusión de aquella llamada. Aquella canción, con sus acordes, con sus cuerdas mal afinadas, con su constante contoneo. Todos los momentos importantes de mi vida han tenido banda sonora incorporada. Este no iba a ser distinto.
Un flas-back. Recordé aquel día, aquella noche, aquellos labios y alguna que otra lágrima. Recordé sus ojos, el miedo impregnado en mis palabras y la voz de la televisión rondándome por la cabeza. ¿Sabes que día era? Aquel día era veintiuno.


"Veintiuno" y todavía nos queda mucho que hacer por aquí.

martes, 20 de diciembre de 2011

Paradise.

Estás en el cine. Estás viendo con tus amigos esa película que esperabais que sacaran desde hace tiempo. Y, de pronto, te ríes sola. Te ríes en silencio, en tu cabeza pero con ganas. Y esbozas, sin darte cuenta, esa estúpida sonrisa tonta porque estás pensando en él. Recordando su sonrisa, su mirada, su cara. Le miras. Está a tu lado, mirando la película, analizando cada escena. Todo en él te parece único. Todo en él es único.
Vuelves a mirar a la pantalla. Te has perdido la mitad de esa famosa película que esperabas ver desde hacía, más o menos, tres meses y aún así, te alegras de haberle mirado.


Y al día siguiente igual, en un parque, todos en grupo, comiendo perritos y patatas de la tienda de enfrente. Y tú, otra vez, mirándole, sonriéndole.  Sientes como gira la cabeza para mirarte e, inconscientemente, la giras tú. No quieres que vea que es tu debilidad. Sigue ahí, sentado, sin hacer nada. Te encantaría que se levantara de ese coche y fuese hacia ti para abrazarte. Que te besase, que te dijera “te quiero”… Quizás piense que te ríes del último chiste que acaban de contar. Quizás no quiera ir. Quizás no te haya mirado a ti. Parece no entender que si sonríes es solo para él. No se da cuenta.
Mírale, no hace falta tanto. Solamente, una mirada.


Ya lo entendí, solo hay una persona capaz de hacerme feliz y eres tú.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Charles Bukowski.

Hay cosas peores que estar sólo, pero a menudo toma décadas darse cuenta de ello, y más a menudo cuando esto ocurre, ya es demasiado tarde. Y no hay nada peor que un "demasiado tarde"


Si bien es cierto que nadie me tomó la mano y me dijo: "vamos a pasear", porque la vida no es así. No importa cuál sea el bache, no tienes más opción que saltarlo y seguir adelante. Esto es una cuenta atrás. O continuas, o te paras a perder el tiempo. Lo peor es que el tiempo no espera a nadie. Así que decidí darme prisa, por eso de que sea demasiado tarde.


winter.

Llega el invierno, llega el frío, las ilusiones, las intenciones, las grandes sonrisas, los regalos, la compañía de los más cercanos. Llegan las sonrisas de los más pequeños, de lo más grandes también. Llegan las oportunidades para unos cuantos, los retos, llegan tantas cosas por las que se debe luchar...


Entonces por qué no dejo de pensar en esa fecha, en ese número, en heridas cerradas que se empiezan a abrir con el calor de las chimeneas. Que deprisa pasa el tiempo, quién lo diría... Ahora aquí y parecía ayer, aquel día de invierno. Aquellas noches. Nunca lo olvidaré. No podría. Todavía puedo olerlo, todavía noto el tacto de esos guantes, el roce de las agujas en mi fría piel.
Cierra los ojos, ahí está, aún lo puedo ver, como si fuera ayer.  Lo veo con tanta nitidez... Ábrelos. Bienvenida a la realidad… 17 de Diciembre del 2011. Un día más, indiferente, distante, silencioso. Mañana será otro. Un día más de este año. ¡Jé, tiene gracia! Justo hace un año pensé “no me gusta este año”. Iba a ser un mal año. Ha sido un mal año. Y creo que en eso estará de acuerdo conmigo muchísima gente. Dicen que el tiempo no hace milagros, pero cierra muchas heridas. No lo olvida, solo ocupa otro lugar en la memoria. Recuerdos intactos, tragos largos y amargos. Lágrimas rozando mis mejillas, empapándolas en noches largas y almohadas duras. Pienso, automáticamente recuerdo.
No sigas.
Tampoco podría continuar esa frase. "Bar siempre está bie…"


jueves, 15 de diciembre de 2011

December.

Siempre hay un punto de partida y un punto de llegada.
En medio de la noche tu mente se tropieza con pensamientos encontrados y recuerda alguna parte de ti que se quedó hace algún tiempo atrás. En aquel verano turbulento en el que acabó tu gloria y comenzó tu desdicha. Supongo que las sonrisas más sinceras son las que se dibujan en tu cara cuando estás sola y no tienes que mostrar ante nada ni ante nadie que estás bien... no actúas, tan solo es eso… te sientes bien. Aunque probablemente sea algo efímero. Quién sabe. La vida es una sucesión de momentos, algunos buenos, y otros no tanto. Pero cada uno de ellos importa, te enseña; maduras, cambias, evolucionas. Sigues adelante. A veces llorando, otras riendo, y otras con los brazos cruzados pensando “Pero, ¿qué mierda es esta?”
Es curioso todos lo que puedes llegar a sentir en tan solo un día. Sentirse feliz, insegura, vencida, confundida, desolada, sola, enfadada, terriblemente enfadada, decepcionada, absurda, nuevamente enfadada, algo desquiciada y finalmente... ¿Impaciente? ¿Extrañamente... segura? ¿Tal vez fuerte?
Y darle al play nunca me había hecho tanto bien, porque en el momento en que te dejas caer en brazos de la autocompasión, estás perdida. Ser salvada por una misma deja ver cómo eres y probablemente esta forma de ser me siga trayendo problemas durante muchos años... la verdad, no lo sé.
Me siento preparada para el gran golpe, aunque no dejo de pensar que todo iría mejor si la batalla terminase y dejase paso a una tregua. Pase lo que pase, probablemente duela igual, antes o después. Al fin y al cabo, las noches siguen pasando y el sol sale de nuevo cada madrugada. El mundo sigue girando. Si el mundo no se detiene, no te pares tú tampoco. En dieciséis años que llevo de vida, he aprendido que en la vida lo mejor que debes hacer ante cualquier situación, buena o mala, es seguir caminando. Porque hay miles de razones maravillosas en la vida por las que ser felices. Entonces, no podemos esperar.

Esta es la primera noche en la que no ruego a las estrellas una lluvia de meteoritos. Y no sé si será malo o bueno, pero a mí me vale.

Vive a lo loco que lo bueno dura poco.

Soy de las que piensan que lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. No soy de forzar las cosas, pero tampoco soy de esperar. Soy de las que viven rápido para no pensar. Soy de las que sonríen por no llorar. Soy de las que actúan y luego piensan, de las que se contradicen. De las que no tienen nada demasiado claro.  Soy de las que dicen “nunca más” y siempre vuelven. De las que lo intentan y lo acaban consiguiendo. Siempre procuro ir más allá del intento. Soy de las fuertes, bastante más de lo que aparento. Creo que el karma maneja los hilos. Pienso que hoy estamos aquí, mañana allí, la vida puede dar giros de 360º y sorprenderte hasta puntos extremos. Creo que hasta lo más insospechado puede ocurrir. Pienso que el amor es ciego. Y que a veces tenemos la salida a la vista. No ves que es esa la salida, pero como esperamos que la solución nos venga tan... masticada, casi digerida, que nos den todo en bandeja...
Esperas una solución inmediata, tal y como tú la has prediseñado en tu cabeza, esperas que las cosas salgan a tu manera y así no saldremos de nada...  No saldrás de ningún problema, primero, hasta que no veas abiertamente cuál es el problema; y si ya sabes que es un problema entonces, ¿Por qué sigo? Después de horas, tumbada en una toalla sin más ruido que el de las hojas de los árboles durante toda una tarde, he llegado a varias conclusiones, todas ellas conducen a lo mismo.
Tiempo.



El tiempo, no es nada preciso, nada matemático, es incierto y no siempre acompañan las circunstancias pero... creo que de a pocos se construyó Roma, pienso que no podemos empezar una casa por el tejado, primero hay que poner los cimientos sobre los que sostenerte. Dicen en estos casos que ya vendrán tiempos mejores, y ahora que lo pienso... ¿Tiempos mejores? ¿Acaso estos son malos?
Hay dos posibles salidas de este laberinto: ¿Me retiro o sigo? E aquí una gran pregunta. Sé la respuesta, y no voy a rendirme. Dejaré que la vida siga su curso. Siempre confié en el destino, por ejemplo, si dos personas están destinadas a encontrarse da igual la situación, da igual lo que se ponga por delante, da lo mismo la distancia, o si hay alguien de por medio, da igual si no nos acompañan las circunstancias… hay reencuentros inevitables que tarde o temprano acabarán sucediendo.

Escondida entre cartones.

Todos escondemos algo, ¿verdad? Desde que nos levantamos y nos miramos en ese espejo lo único que hacemos es pensar nuestras pequeñas mentiras. Meter tripa, teñirnos el pelo, fumar a escondidas… y, ¿por qué no? ¿Qué castigo hay? ¿Cuáles son las consecuencias?
“En serio, soy humano- diréis- y todo debe perdonarse”. Pero, ¿qué ocurre si un cruel giro del destino te convierte en otra cosa? En algo diferente. ¿Quién te perdona entonces?
Bayron escribió sobre Prometeo: “La eternidad, presente desdichado, fue tuya y muy bien la has sobrellevado, que hace de la muerte una victoria”

Cada ser humano pasa una o dos noches en el lado oscuro y se arrepiente. Pero, ¿qué pasa si solo existes en ese lado oscuro?
Solo queremos las mismas cosas que los demás: una oportunidad en la vida, en el amor… y lo intentamos. Pero, a veces, fracasamos. Y cuando eres distinto, un monstruo, las consecuencias son peores. Mucho peores.
Vosotros os despertáis de vuestras pesadillas; nosotros no.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Yo no lloro, soy alérgica a los momentos tristes.




Lo que te pasa es que quieres tocar el cielo con la punta de los dedos sin que el sol te queme las alas.
Pero eso es cosa de ángeles, no de vagabundos...

    

martes, 13 de diciembre de 2011

Cartas desde una esquina del mundo: Respuesta a inconfundido.

Querida Bárbara:



Te escribo esta carta desde las calles de París. Sí, París, la ciudad más bonita del mundo cuando hace frío, la de las luces inextinguibles, la de los besos y los cafés calientes, y los pasos apresurados sobre y bajo la nieve (sí, la de las aceras y al del cielo). No sé, me gustó tu carta, o al menos me identifiqué con lo inconfundible. Sinceramente, llevo paseando con las manos en los bolsillos por estas calles mucho tiempo, pensando, con una sonrisa nostálgica en los labios. No tengo más que un secreto, que vale por mil verdades. He llegado a esa conclusión. Y, perdona por decírtelo, pero, como con lo de los pingüinos, me niego. El amor me esquiva y me sonríe maliciosamente, y ataca cuando más desprevenido estoy. Por eso prefiero dejarlo y dejarme, y tan sólo disfrutar de París. No es ninguna alusión a mi querida M, pero la echaba de menos. El Loira me refleja otro mundo, otra vida que había olvidado un poco. La verdad, ya que estamos de confesiones, las Navidades del año pasado me las pasé borracho y cantando desafinado, tirado por las esquinas, esperando a que nevara, pero sin llegar a sentir que era Navidad del todo. No culpo ni acuso ni señalo, tan sólo te pido que estas sean diferentes.

Gracias por, sino el blog, al menos, haberme hecho sentir identificado.Atentamente, desde París,el inconfundido.

 
  
Querido Inconfundido:
En realidad, la carta va por muchas cosas... amores de un verano de hace un par de siglos, sobre mou, sobre mí... Pero debo reconocer que en tramo final pensé mucho en ti (también en mou)sobretodo por vuestro típico "el amor no existe y si existe es una mierda". No con esas palabras, claro está.
Bueno debo añadir que yo no escribo desde la deslumbrante y eclipsadora ciudad de París, sino desde un sencillo y perdido pueblecito entre las montañas. No tiene mucho que visitar, es cierto, pero los almendros se ponen preciosos en primavera, cuando se renuevan llenos de flores. Las típicas que huelen a alegría.
Respecto al amor, solo te diré una frase que a mí me ha marcado: "Si no puede hacerte daño, no te hará feliz". Creeme, es verdadera. Muy alejada de las falacias comunes de la capital. Ya tendremos una pequeña charla sobre eso si lo deseas.
Y, refiriéndome a Invierno,las pasadas navidades no fueron buenas ni mucho menos para ninguno de nosotros en mi opinión. Me encantaría que estas fueran las mejores o, al menos, inolvidables aunque solo sea por el efecto de las sonrisas al caer los copos de nieve que hacen desaparecer la ciudad helada. Nos merecemos unas MUY felices navidades.
Me despido con un beso fugaz y un abrazo invisible.
Atentamente, Bárbara.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Para mantenerte vivo.

Por eso hacemos fotos, para capturar un momento concreto. Una foto es parar el tiempo en ese instante, y queda ahí para toda la vida. Siempre decimos que queremos parar el tiempo en ciertos momentos, y que no acabaran nunca. Y todas y cada una de ellas están guardadas. Siempre las llevo conmigo. Una foto en sí no es nada, ¿no? Una simple foto tiene el don de enmarcar un momento, una situación concreta, el tiempo parado para siempre, una imagen que te hará recordar ese día siempre. Y sabrás qué hacías y porqué. Y es bonito guardarlo. Al igual que un diario...


Inconfundible.

Hace un año no me lo hubiera creído. Hubiera hecho caso omiso, apenas hubiera escuchado. Le quería. Quizás, demasiado… Hoy yo lo llamo obsesión, un “culo veo, culo quiero”. Hace un año no lo hubiera creído, no hubiera llegado a comprender por qué pero, entonces, me hubiera negado a olvidarle. Siempre he dicho que si alguien te hace daño tú, inconscientemente, piensas que el resto del mundo te hará lo mismo. No quieres hacer daño, no quieres que otros cometan tu error pero acabas cayendo en la trampa. El dolor es demasiado fuerte. Y se cuela entre tus dedos tomando las riendas de tus actos y se acaba convirtiendo en un círculo vicioso en el que todos engañan y hacen daño.
Pero un día, tu concepto cambia. Más bien, te lo cambian. Entra alguien en tu vida que, de una manera u otra, te hace ver que tú no eres así. Y ya sea mediante su sonrisa, su forma de mirarte o su manera tonta de ver la vida, hace que te enamores.
Sí, que te enamores.
No quiero que suene exagerado, grande o comprometido. No, no, no, no, no. Esto no se trata de nada de eso. Enamorarse es lo mejor que te puede pasar, siempre y cuando seas correspondido. Pero hay dos efectos negativos, devastadores, que pueden acabar con todo. Llamémoslos “efectos de Huracán”. Sí, estoy hablando del orgullo y de la cabezonería. Cuando eres Orgulloso y cabezota no aceptas que esa persona sea distinta y que no quiera hacerte daño. Te dolerá saber que estás volviendo a caer en una trampa mortal, igual de efectiva que la última. No querrás volver a enamorarte. Lucharás, creyendo poder ganar… pero ya has perdido. Y, en el fondo, es lo que quieres. Dejarte llevar, seguir el curso de las cosas, de tu sonrisa. Saber que ya no sonríes a medias. Se acabaron los tapujos, las máscaras que asfixian tus sentimientos. Se acabó el “yo no me voy a enamorar nunca”. Nunca digas nunca porque a la mínima el karma o cualquier reacción química actuará.


Realmente es lo que quieres, no es malo, no lo ocultes. Simplemente, es un secreto escondido.  

miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Viviendo rápido para no pensar"


Conozco un lugar, no muy lejos, a unas tres o cuatro cervezas de aquí. Es un buen lugar para caerse muerto. Nada parece malo desde allí. Perdimos la cabeza pero no el sombrero. Quizás llegó el momento de quedarse así. Alguien cruzará mi corazón desierto, y se perderá y me perderé por seguirte a ti. Si no puede hacerte daño, no te hará feliz. No conozco otra manera de vivir.


martes, 6 de diciembre de 2011

Páginas en blanco.


Las páginas descolgadas de mi diario arden entre las garras del infierno. Estoy aquí, con los que fueron mis recuerdos. Rompiéndolos, quemándolos. Dejando que sus cenizas encuentren un ápice de compasión entre estas lágrimas. Estoy rozando el fuego con mis dedos. Me estoy quemando, me hipnotiza con su juego. Calor. Ten cuidado, no se vaya a apagar con el frío del invierno.
Recuerdos. Buenos, malos, imposibles. Eternos, dulces, amargos. Recuerdos engañados, miradas de desprecio. Sueños de un ayer borrado. No me arrepiento de nada, salvo de haceros daño. No penséis que quiero deshacerme de esos recuerdos. Solo creo que fueron momentos míos, grabados en mi memoria a base de tinta y pluma. Esas palabras, cada letra que arde, cada color, cada sabor, cada olor, cada recuerdo que formó parte de mí, forman parte de mi pasado. Un pasado que no quiero olvidar, pero ya es hora de pasar página y seguir escribiendo al ritmo del tocadiscos. Es mi pasado, mío. Y tengo derecho a deshacerme de él como me plazca.
Sí, es verdad que en él han participado muchas personas. Algunas, llegaron a mi vida y se marcharon muy pronto; otras, se quedaron un tiempo, dejando huellas en mi corazón y sé que gracias a ellos ya nunca más volveré a ser la misma. Es cierto, ese pasado les pertenece tanto a ellos como a mí, ya que todos colaboramos en él. Pero estas páginas siguen siendo mías y voy a quemarlas. Cada pedazo de recuerdo, cada pedazo de alma desaparecerá entre mis sentimientos caducados.
No debo arrepentirme de nada que me haya hecho sonreír, y no lo haré. Y sí, he cometido errores. Bastantes, diría yo. Y pido perdón por ello. Siempre tendemos a mirar hacia otro lado cuando algo no nos gusta. Pero no voy a rendirme y hacer que lo malo pueda conmigo. Prometo que siempre que algunas de estas páginas vuelvan a mi memoria, sonreiré. Porque fueron momentos que me hicieron sentirme alguien durante un estúpido minuto. Por eso hacemos fotos, para capturar un momento concreto. Una foto es parar el tiempo en ese instante, y queda ahí para toda la vida. Siempre decimos que queremos parar el tiempo en ciertos momentos, y que no acabaran nunca. Y todas y cada una de ellas están guardadas. Siempre las llevo conmigo. Una foto en sí no es nada, ¿no? Una simple foto tiene el don de enmarcar un momento, una situación concreta, el tiempo parado para siempre, una imagen que te hará recordar ese día siempre. Y sabrás qué hacías y porqué. Y es bonito guardarlo. Al igual que un diario.  Y estos recuerdos permanecerán intactos en mi memoria.
Puede parecer que esto es algo innecesario, estúpido o que estoy perdiendo un tiempo muy valioso. Solo te diré una cosa: lo que haga hoy es importante, porque estoy utilizando un día de mi vida en ello. Nunca será solo un recuerdo del pasado, una historia incompleta con final indeterminado. Nunca será solo una canción. Y creeme que haber llegado a tomar esta decisión me ha costado demasiadas semanas y algún que otro remordimiento. Soltar algo nunca es fácil. Ya sean los impulsos que hay dentro de ti, lo que piensas realmente de tus amigos o soltar a tu esclavo sexual y convertirlo en tu novio. Pero no hay nada más difícil que dejar ir a alguien que te importaba.
Desprenderse, en un acto de locura, de todos los recuerdos que llenaron tu día a día.

Páginas viejas, encasilladas en mi memoria.

Miras las páginas en blanco de tu cuaderno. Recuerdos amputados de tu vida. Palabras dibujadas en un lienzo de marfil que traen con ellas días de un verano aún caluroso. Historias felices, lágrimas grapadas en páginas ya olvidadas de mi viejo diario. Historias de un amor pasajero que te enseñó que no vives en un cuento de hadas, que no siempre los buenos van a ganar, que las nubes no son esponjosas y que, a veces, es bueno dejar marchar ciertas cosas. Soltarlas. Desprenderse. Olvidar. Que nada es para siempre. Cierra ciclos. No lo hagas por orgullo ni por incapacidad, sino porque esto ya no encaja en tu vida. Ya no forma parte de ella. Formó parte de tu pasado pero no del presente. No te arrepientas de nada que te haya hecho sonreír, pero quizás ya es hora de pasar página.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Impulsos.

Es difícil elegir un solo momento de la vida.
Especial. Divertido. Emocionante. Un sueño. Un único recuerdo. Un beso...
Tiene que ser un momento único, que nadie te pueda quitar. Algo que recordarás toda tu vida.
La última imagen antes de morir.
Es duro pensar que el tiempo se va de las manos, que lo perdemos. Y pensamos que ese momento nunca llegará, que solo será una ilusión, un espejismo, un sueño.
Es triste recordar y descubrir que cometimos un error... Y no poder volver atrás.
Impotencia. Dolor. Una lágrima.
Es imposible saber si un "te quiero" de sus labios nos hará tocar el cielo o morir en el intento.
Esperar. Esperar. Esperar. Paciencia. Llorar. Soñar. Volver a la vida real.
Pero estoy segura de que será un momento que nadie recordará, salvo tú.
Y eso es lo que lo hace tan especial.


Te sientes como superman.

Cuando aprendes a ser algo que no eres y te conviertes en una mentira constante... Y dejas de crearte ilusiones, dejas de imaginar tantos finales que ya no saben a nada, dejas de pensar en un "nosotros", en tantos momentos porque no vale la pena seguir manteniéndolos vivos.
Y empiezas a vivir, a reír y a sentir lo prohibido. Aprendes a empezar, a empezar a ser quien eres, quien tú quieres ser. Lo que has sido siempre. Y es en ese momento, en ese extremo de la cuerda, cuando entiendes que eres feliz.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Jugando al escondite.

¿Creías poder esconderte? ¿Creías poder escapar de la realidad? Te equivocabas. ¿Demasiados errores para ti solita? Siempre lo pensé. Nunca he sido de esas que dicen: "Bah, no tengo ganas" Siempre he dicho que lo que me propongo lo consigo. Esta vez, no iba a ser menos. Te lo dije, querida, te lo dije. ¿Creías qué tras esas cuatro paredes no te verían? ¿Creías que iban a desaparecer tus problemas porque estarías en tu mundo? No, eso son historias ficticias aunque debo reconocer que a mí me encantan. Leeré en tus ojos cada palabra, cada realidad. Te encantaría que eso fuese así, otra vez. Despierta, esto es la vida real. Seguramente, demasiado peso para ti. Pero tú lo dijiste una vez, todos recibimos lo que merecemos.


Invierno trastornado.

No sé qué he venido a hacer aquí. Me he levantado temprano, con el frío que hace, solamente para venir a sentarme a un banco lleno de nieve en un parque que recuerda a esos días de verano. Una ciudad congelada por las lágrimas.
No sé qué hago aquí. Ni siquiera le he llamado. No le he puesto ni un mensaje. Quería estar sola. Y llorar.
Llorar, llorar, llorar y desaparecer por momentos. No pensar en nada, solo dejar que pasen las canciones de mi móvil lentamente, sin importarme si significan algo para mí. Sentir su letra y llorar aún más.
Miro hacia abajo. Veo el reflejo de mi cara en el móvil. Antes me habría quedado mirando esos ojos de plata. Ya no tiene sentido. Ya no quiero sonreír. Quiero hacer caso omiso de mis consejos. Esas lágrimas que salen de mis ojos continuamente son las que me acompañan cada instante, pero yo ya no puedo seguir con esto, todos los días lo mismo. Es como una sensación de tristeza que me acompaña siempre.
Me levanto decidida. Camino un largo rato, sola, sintiendo como las melodías descarriantes retumban en mi cabeza, cegando mi dolor iluso.
Llegó sin quererlo pero muy consciente de mis actos, contando cada paso que doy hasta allí arriba, en el puente de Sant Ángelo.
En ese momento, se escucha en mi móvil esa canción.

“Justo en el momento en que empezaba a encontrar oscuridad hasta en el sol de mi ciudad. Justo en el momento en el que la resignación consumía cada día mi ilusión. Apareces tú y me das la mano y sin mirarme te acercas a mi lado, y despacito me dices susurrando que escuche tu voz. Adelante..."

No me gusta, pero por el simple hecho de que me da esperanzas, de que me recuerda a la gente a la que quiero y que ahora mismo pensarán que estoy dormida en mi casa. Pensarán que me verán esta tarde. Que verán mis ojos, mi sonrisa...
Toco la piedra. La limpio un poco. La nieve cubre toda la ciudad como intentando esconderla del resto del mundo, como intentando que pase desapercibida para los viajeros interesados en conocerla. El viento se lleva el resto de las serpentinas de las fiestas navideñas, mientras el sol lucha por salir entre las nubes para calentar a las pocas almas descarriadas que se han atrevido a salir tan temprano esta fría mañana de navidad. Ya fuera porque los últimos rezagados tenían que comprar los regalos que les faltaban a su árbol de navidad o porque algún niño se había levantado demasiado temprano para el gusto de su aún dormido padre y quería jugar con la nieve que se amontonaba a sus pies. Fuera lo que fuese, allí estaba yo. Ya subida a la barandilla de aquel viejo puente eché un último vistazo atrás. Algunos comercios comenzaban a abrir sus puertas; ancianos sentados en un banco, dándoles de comer a las pocas palomas que se dejaban ver con aquel frío, miraban como sus manos se arrugaban un poco más echándose otro año a sus espaldas; adolescentes que volvían de una larga noche de juerga en el coche de alguno de ellos, desesperado porque sus compañeros no le ensuciara la piel de los asientos con sus babas por culpa de algún escote más provocativo de lo que debería.
Miro hacia adelante. Un tranquilo río asoma desde abajo. Tranquilo y profundo, cuyo final son un conjunto de rocas afiladas, cuchillas malditas para los sin suerte que cayeron en un pasado por algún accidente de tráfico. Todavía se ve en la orilla un ramo de flores marchitas y congeladas por este invierno triste. Vidas arrebatadas, amputadas. Vidas rotas por cuatro o cinco copas de más de algún bar nocturno del otro lado del puente.


Llevo uno de mis pies hasta la fría nada, apunto de apoyarme y caerme en el precipicio. Siento como el viento agita mi pelo arropado por un gorro. Pero una fuerza con la que no contaba me empuja hacia atrás, hacia el duro asfalto sucio y empañado. Me abraza con fuerza, maniatándome con sus besos, como intentando que no consiga ponerme en pie y vuelva a intentar subir a la barandilla. Me mira, está llorando. Sus lágrimas calan en mi abrigo, dejando goteras en mi alma.
Es él.
No digo nada, no soy capaz. Me avergüenzo de mi intento. Se separa de mí un instante para mirarme a los ojos y me dice con voz temblorosa:

-Ni lo pienses, es que ni lo vuelvas a pensar.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Mírame sin miedo, sin censura.

No quiero que la historia más bonita tenga el final del que estaba prohibido hablar. No creo que sea necesario decir por qué, no creo que sea necesario mentir. Tal vez, y solo tal vez, mis lágrimas se sequen cuando vuelvas. Quizás, entonces, me suba a mis tacones, con mi falda más corta, escote supremo. Pero nunca cambiaré tus palabras por besos que no siento y botellas de vodka. Música en el alma, luz multicolor, miradas que engañan al son del alcohol. ¿De verdad, piensas que esa quiero ser yo, qué eso es mejor? Palabras teñidas de un oscuro sabor a ron mezcladas con tus besos, dejando tu calor en mi colchón. ¿De verdad, piensas que perder tus besos es lo que quiero yo? Ganando tus impulsos a una canción con un tango de salón. No quiero cambiar lo que tengo hoy por un chico de pantalones rasgados, sonrisa Colgate, ojos de color marrón, mirada perdida en faldas de burdel mientras me engancha la cintura a su camiseta DC. Y, aquí me quedo yo, rozando tu piel, quemándome el sol. Tus besos con mis besos, debajo del edredón. Y te digo “te quiero”, calmando tu sabor. Te quieros sinceros sin el habitual colocón. Te miro a los ojos. Te quiero decir que contigo soy feliz. Sonríes, me miras. Volvemos a repetir. Me besas, te excitas. Me quiero morir. Suena tu móvil, besos que repartir.

“ Date la vuelta, mírame, ponte más cerca que quiero saber a qué sabe tu piel cuando te despiertas”

jueves, 1 de diciembre de 2011

Segunda planta. Habitación nº16.

No sabes lo que es que al final de ese pasillo solo veas esa habitación. No quieres avanzar pero el peso de tus maletas te impide pararte obstaculizando el paso mientras el peso de tus lágrimas te pide un respiro antes de entrar en esa cárcel de cristal. Reconoces ese olor. Huele a lavanda y a limpio. Huele a falso. Guardas los restos de tu sonrisa en la maleta, de todas formas solo son restos. Sacas la máscara. No es la típica máscara. No es blanca, ni tiene una sonrisa pintada. Es una mentira con cuerdas que se implantan en tu alma. No hay salidas de emergencia, ni sonrisas de repuesto en el almacén. El frío recorre tus venas, impregnándolas de ese miedo con dosis a medida. ¿Conoces esa sensación de no querer salir de tu habitación? Para qué iba a salir. Solo iba a ver un pasillo largo, paredes blancas y bandejas vacías de esperanza. Esa sensación de querer que el aire roce tus mejillas llevándose el dolor de tu cuerpo dolorido. Miras por la ventana, ya es otoño. Me encantan los colores del otoño, la variedad que hay. Verde, rojo, amarillo, marrón.  Me gusta el olor a frío. Ese olor a tierra recién mojada; las gotitas de lluvia que caen mojando tus sentimientos enfundados en piel. Pero hoy… Hoy huele a recuerdos y a lágrimas derretidas. Huele a palabras traicioneras y a miradas de reencuentro. El reflejo mojado de unas cuantas miradas aparece incrustado en un par de guantes con la única intención de cerrarse en banda, tras horas y horas de fotos que pasan. Y de tanto esperar, he perdido las ganas de seguir mirando a través de la ventana. El fuego consume las palabras, olvida los días que quejaron marcados en tu piel. Y, al final de todo, páginas en blanco y bufandas a juego con unas cuantas llamadas que esperan buscando sonrisas. Y ahora que no me ves, después de disimular, puedo mentir con tu ilusión desgastada. Tan peligrosas palabras, me refugio en tus labios. Esta noche se pone muy borde si te vas buscando despojos de caras pasadas. Estoy cansada, agotada. Necesito relajarme, ponerme los cascos y sumergirme en mis sueños. Lo más fascinante de todo es que en un abrir y cerrar de ojos puedes pasar de la más absoluta belleza sosegada a una auténtica violencia despiadada. Tus manos no te engañan. Hace calor y no llegas al interruptor. Estás sola, tu habitación a oscuras. Así que, me entretengo dibujando desprecio por las paredes porque en esta habitación nada duele.



Otoño. Sí, me encantan los colores del otoño, la variedad que hay. Verde, rojo, amarillo, marrón…

No es cuestión de hacerse el fuerte.

Puede ser que la vida no sea la fiesta que esperábamos que fuera... pero ya estamos aquí, así que no nos haría ningún daño bailar un poco.

Los recuerdos siempre estarán ahí, queriendo salir a la superficie.

Sientes miedo, estás cansada y sientes frío. Las noches cada vez son más largas y ya no recuerdas lo que es dormir 6 horas seguidas. Te envuelves en palabras de papel y nadie puede comprender con exactitud los hechos.  Nadie puede ayudarte en esto. Estás sola, es tu parte del trabajo. Un trabajo que tienes pendiente desde hace mucho tiempo. Tienes miedo. Miedo a ti, a ellos, a las miradas, a esos 72 ojos, al espejo. En definitiva, miedo.


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando puertas, cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos. Lo importante es poder dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.  Pero, a veces, el miedo nos arrebata esa independencia sobre nosotros mismos. Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente  rebobinando el casete y tratando de entender por qué sucedió tal hecho pero el desgaste va a ser infinito porque en la vida, tú, yo y todos estamos abocados a ir cerrando capítulos. A pasar la hoja. A terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante. No podemos estar en el presente preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió. Y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. No. Los hechos pasan y hay que dejarlos ir. Por eso a veces es tan importante romper fotos, quemar cartas, destruir recuerdos, cambiar de casa, de ciudad. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar esa página, hay que vivir solo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No esperes que te devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres. Suelta. El resentimiento, no sirve nada más que para amargarte, acabar contigo.


La vida está para seguir adelante, nunca para atrás. ¡Puedes enfrentarte a todo eso así que hazlo! Tienes que decirte a ti mismo que no, que no vuelva. Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque tú ya no encajas allí, en ese lugar. Tú ya no eres la misma que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año… por lo tanto, cierra la puerta, pasa la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo desprender lo que ya no está en tu vida. Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, nada es vital para vivir porque cuando viniste a este mundo llegaste sin ese adhesivo, por lo tanto es costumbre vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy no eres capaz de dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, te repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero... cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, suelta... Hay muchas palabras para recuperar tu salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. Esa es la vida... aunque los recuerdos siempre estarán ahí, queriendo salir a la superficie.