Con los pies descalzos y los sentimientos en vena, me dispongo a abandonar una oscuridad que me pesa. Acostumbrada a acarrear con los años y las piezas que he desmontado por pereza, es extraño sentirme tan ligera. No obstante, sigo entera, desgastada en las esquinas; con la pintura algo oxidada por la esperanza que penetra y no se escapa. Dulce locura encontrarme otra vez en casa.
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