martes, 17 de mayo de 2011

Noche.



Noche. Noche de palabras. Noche de recuerdos. Noche de confidencias. Divertidas anécdotas, lejanas ya. Viejas historias que tan sólo el dolor con su soplo potente consigue sacar a la luz, a veces. Episodios pasados, ocultos, perdidos, pero en el fondo nunca abandonados.
Tráfico ligero, tráfico lento, tráfico que conduce Dios sabe adónde. Hacia nuevas historias, una soledad oculta en un grupo de gente, hacia el deseo frenético y enloquecido.
¿Medianoche? Más tarde. Noche. Curiosa esa noche. Noche loca. Noche desenfrenada.
Un vaso, una botella, alcohol y más alcohol y más. Y seguimos bebiendo. No tengo motivos salvo que estoy en una fiesta con mis amigos.  O quizás si los tenga. Pero en todo caso me los guardo. Como guardo la mayoría de mis pensamientos más profundos y sinceros.
Como las ganas o el deseo. Deseos de volver, por ejemplo. Pero sigues bebiendo.



No es un lugar excesivamente grande. Mejor. Así puedo dar vueltas y con suerte, a lo mejor, consiga cruzarme con él y que vea el maravilloso vestido que me he comprado únicamente para él. Aunque no lo sepa.
Y que me vea con mi vaso lleno de vodka negro. Que me vea borracha y me odie por ello. Que venga a mí y me quite el vaso, que me lo tire al suelo. Y que me pida que no lo vuelva a hacer, que no quiere que me pase nada, que me quiere demasiado…
Y tras dar quinientas vueltas al mismo lugar sin hacer realmente... nada, sólo beber tragos cortos, no quieras que tu vaso se acabe y tengas que volver a rellenarlo. Podrías perderle de vista si estás cerca.
Volvamos. Vuelta número 501.
Miro hacia todos lados con la esperanza de cruzármelo. O verlo de lejos simplemente. Y que venga a mí con esa sonrisa. Que me coja por la cintura y me bese como nunca.
Miro un momento hacia mi izquierda. Derecha. Me rindo. No le encuentro.
Me doy la vuelta para buscar de nuevo a los demás y entonces... Ahí está.
Ahí está él. Hablando con ella.
Esa sensación que quema por dentro. Otra vez.
Por fin joder. Voy a acercarme. Sólo quiero que me vea. Sigo bebiendo.
Avanzo como perdida. Borracha. Sonriente.
Sigo caminando. Me voy acercando. Pero no directamente. No voy a decirle nada. Que venga él. Que me quite el vaso y se enfade conmigo.
Ya estoy al lado. Ahora, ¡Vamos! Es el momento perfecto. Acércate disimuladamente. Sólo pasa por su lado. Me verá estoy segura. Me verá.
Vas decidida. Caminas de la mejor manera posible, que no se note que no puedes más con los pies. Pones tu mejor sonrisa mirando hacia no sabes siquiera dónde. Sólo sabes que vas a pasar ahora mismo por su lado. 1,2,3... ZÁS.
Estoy al lado, estoy cruzando. ¿Me estará mirando? Después de pasarme toda la noche buscándolo, sólo he conseguido que me vea escasamente unos segundos. Pero esos segundos pasan como horas de reloj. Como si hubiera que empujar las manecillas de este a conciencia para que avancen un poco más rápido. Vamos contrarreloj. Dios, que tensión.
Pero eso sí, ha visto lo guapísima que iba. Me ha visto bebiendo. Borracha. Con dos cojones.
Sigues mirando de reojo, andando despacio. Me mantengo cerca, a la vez que me voy. No quiero que vea que me quedo demasiado cerca. Celosa de mis imaginaciones tontas de una cría egoísta.
Debo tener paciencia. Ahora vendrá.
La verdad me encantaría poder acercarme sin miedo, como siempre.
Pero sería raro. Además, ¿Ir yo? ¿Después de todo? No. Tengo orgullo. Demasiado, quizás.
El orgullo en general no es bueno, aunque si te vales de él para ponerte en tu sitio, apoyo que seas todo lo orgullosa que quieras. Estás en todo tu derecho. Estoy en mi derecho. Si pudiera acercarme con normalidad, como si tal cosa. Y que hablásemos los tres de lo que quiera que sea de lo que estén hablando.
Espero un poco.
No viene. Ni me mira, ni me busca entre la gente.
Quizás me haya visto con el vaso de vodka y se haya enfadado. Quizás lo que le está contando ella está bastante interesante. Quizás no quiere saber dónde estoy. Quizás no le importe que esté borracha.
Sigo caminando hacia delante. Hacia dónde siguen bebiendo los demás.



Pero no hago más que pensar en lo guapo que está hoy con esa camisa que sabía que me encantaba cada vez que se la ponía.
Su olor. Olía a él. ¿Cómo iba a olvidarlo?
Desde hace tiempo llevo queriendo decirle tantas cosas que me he callado.
Hay veces que querría matarle; y otras sobrarían tantas palabras que lo resumiría brevemente en un beso increíble. Pero hay algo. Algo en concreto, que me quita el sueño cada noche y querría decírsela. Lo haría sin dudar. Lo haría. Se lo diría. Iría a él. Sin miedos. Lo haría de una sola vez.
Podría decir algo así como:
- Oye, ¿podrías prestarme atención por un momento y escucharme? Por favor, es importante que lo sepas. Y es importante que tenga mi conciencia tranquila. Necesito soltarlo. Lo necesito" Mira. Te quiero. Eres mi vida. No creo que pueda olvidarte nunca, por mucho tiempo que pase. Pero cada vez que te veo con ella, se me rasga el corazón. Se quema algo dentro de mí. Algo que duele. Y me hace pensar tantas cosas. No tengo dudas.  Nunca más las tendré, estoy segura. Pero no sé si tú sigues sintiendo lo mismo.”

Y seguramente decir esto me costaría. Pero de esa manera, frente a frente, delante de ti, tragándome mi orgullo, te confesaría verdaderamente que por ti lo daría todo.
Que si para que me hagas caso tengo que emborracharme, pues lo hago. Porque me importas demasiado.
Fuiste lo primero que me marcó en mis quince años que llevo de vida hasta ahora. Lo primero que llegó a importarme de tal manera. Sin ningún límite.
Eso no estaba en nuestro vocabulario.
Pasaste de ser un simple tio, a ser mi vida, en general.
“Nosotros. Tú y yo. Los dos. Juntos.” Qué bien suena.
Te quiero, que te quiero. Con todo lo que el significado de la palabra conlleva.
Ahora te podría sonar estúpido. Pero nunca he dicho algo tan en serio.
Si esto es todo. Sí. Todo lo que llevo adentro.
Pero luego me siento así, sola. Aquí me quedo yo sola.  Porque, otra vez, estás hablando con ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario