domingo, 18 de septiembre de 2011

"Loca"

Noche. Alocada. Extrovertida. Imprudente. Inconsciente. Desmadre. Noche. Luces. Tráfico. Frangelico. Negrita. Coca-Cola. Calimocho. Malibú. Fanta de Naranja. Chupitos. Música. Noche. Chicos. Chicas. Faldas cortas. Pantalones caídos. Camisas blancas. Vestidos ajustados. Viviendo entre tacones altos, botellas de vodka y besos que no se sienten. Besos con lengua, minuciosos, dulces. Besos desconocidos, interminables, locos, atrevidos. Manos desconocidas que tocan culos ajenos que ignoran que llevan unas cuantas copas de más. Historias destinadas al fracaso. Abrazos de amigos que se encuentran ya entrada la noche. Botellas relevantes de secretos inconfesables en la mesa y la barra de una discoteca llena de vasos medio llenos, medio vacíos. Un camarero despistado con algún escote más provocativo de lo que debería. Un muchacho enamorado de una diosa que nunca se fijará en él pero, que aun así, la protege de miradas indeseadas. Y sigue ahí, sigue siendo el bueno, el amigo, el pagafantas, el pañuelo de lágrimas. Sigue escuchando, dejando que todos le arrastren, hundiéndose despacio. Agotando toda ilusión. Chupándole toda su energía. Sin dejarle ni tan siquiera un poquito. Pero él sigue ahí, sigue intentándolo. El problema de perseguir lo que quieres es que no sabes si vas a conseguirlo. Si no lo intentas, no tienes ninguna posibilidad. Pero si lo intentas y no funciona, puedes acabar deseando no haberlo soñado siquiera. Lo peor de conseguir lo que quieres es que no siempre es como te lo imaginas. Él sabe que solo son amigos. Buenos amigos, sí. Pero solo eso. Amigos. Mira como ella coquetea con un contoneo de caderas y curvas interminables con un  desconocido que la invita a una copa, haciéndose el interesante hasta el punto de creérselo. Y ella se gira, indicándole a ese atractivo desconocido que no le interesa para nada cuántos Oscars se llevó la última película más taquillera. Le mira a él, a su buen amigo. Se conocen desde hace varios años. Son buenos amigos. Son más que amigos. Fuera miedos, fuera penas. Fuera timidez. Le abraza. Olvida que hay gente alrededor. Olvida que la música retumba, ensordecedora, mientras se acerca y roza sus labios. Así es la vida, a veces cuando no esperas nada en absoluto, surge algo mucho mejor que nada que te hubieras imaginado.


Sigue sonando la música. Todavía es temprano. Solo son las tres de la mañana. Fiesta. Sonrisas. Miradas furtivas escondidas entre copas y cuatro cervezas. Un beso. Un baño lleno de picardía. Pintalabios rojos. Bolsos de ocasión. Zapatos de aguja. Piernas interminables. Cinturones sueltos. Móviles que suenan. Un Dj acelerado por un “sube la música, quiero despeinarme”.  
Un grupo de amigos. Una de las chicas mira de reojo al que fue y es, hasta el momento, la persona a la que más ha querido. Él baila con una desconocida. Bien pegados. Cuerpo contra cuerpo. Se besan. Rozan sus labios, se funden en ese beso, del que ambos se olvidarán mañana. Él le prometió tantas cosas. Tantos besos, tantas caricias, tantos abrazos. Te quieros imposibles, te amos mentirosos. Y ahora solo queda el recuerdo de un amor del que ya solo quedan migajas.
Ella, ilusa esperanzada, orgullosa ante todo, finge no verle. Pero es inútil no mirar, duele demasiado. Ha hecho de ella una persona desconfiada, más fría, y con cierta tendencia al pánico por volver a sufrir. Ya le da miedo escuchar un te quiero, tiene miedo a creer en esa palabra, miedo a volver a caerse al suelo. Miedo a repetir película, miedo a dar sin recibir. Miedo cuando va andando por la cuerda floja y no puede permitirse el lujo de hacer malabares. Pero ella es más fuerte de lo que piensa, no sabe hasta qué punto es de fuerte. Supera situación tras situación con resignación, aceptación y positividad pues sabe que si no lo hace de esta manera por ella misma, nadie lo hará en su lugar. Nadie se lo pondrá fácil. Por desgracia, el mundo es así. Egoísta y encerrado en sí mismo, buscando únicamente su propio beneficio, y contra esto me temo que no hay nada que hacer. No sabéis lo que es verle, tenerle a escasamente centímetros de tu cuerpo. Mirarlo y pensar: ¿cómo es posible que tanto, haya quedado en... nada? No, no lo sabéis. Creéis  saber cómo te sientes, pero no podéis llegar a entenderlo. No sabéis lo que es tenerle tan cerca y saber que realmente está a la vez tan lejos...
A mi parecer, la distancia en sí es algo relativo; hay personas que están a centímetros tuya, puedes oler hasta el perfume que llevan y podrías decir con exactitud hasta los lunares que tiene en la cara, pero a su misma vez, distan más de ti que de aquí a la mismísima luna...
Eso es justo lo que siente, una distancia inmensa entre él y ella. Y pensar que fue y es la persona más importante que ha marcado su vida hasta ahora... y es de las pocas cosas sobre las que no tiene ni la más mínima duda, con dos narices y con sus 16 años.
Sobrellevar estas situaciones casi diariamente es la peor condena que se le ha podido imponer. Como si perderle no fuese ya suficiente castigo, encima de esto, ¿debe ser testigo de su felicidad sin ella? No es justo, claro que no, la vida no es justa siempre. Pero eso es algo que no debería sorprenderla a estas alturas.
Cada vez piensas que en esta ocasión lo harás bien, que no repetirás los errores o lo que crees que fueron los errores que cometiste la última vez. Pero no es así, claro. No es tan sencillo. Aquella mirada en sus ojos. Aquella conversación en los soportales. Por un momento pensó que... en fin, se equivocó.
Lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas, la adrenalina en camas separadas, los pijamas sin dueño. Lo malo del después son los despojos, los móviles que insultan con los ojos... Lo atroz es no querer saber quién eres, agua pasada, que dé igual esperarte o que me esperes, que no seas tú entre todas las mujeres. Las maletas que llegan sin tu ropa giran perdidas por los aeropuertos, cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos. Pero, en fin. Mañana será otro día. Cada día una tontería más, cada día un día más de locura, cada día un nuevo día… donde siempre gana el que más se divierte. Por eso, están allí. Allí, ella sola. Allí, él pasando página. Lágrimas guardadas entre amigos, alcohol y unas cuantas gotas de orgullo. Ella, sin ganas, va y se acerca a su mejor amigo. Empiezan a bailar. Ella se refriega y el amigo se deja llevar. Al fin y al cabo, vuelve a estar soltera la chica más guapa de la ciudad. Él se percata. Aún sigue sintiendo algo por ella. Quizás se equivocó. Quizás se precipitó al cortar con ella solo porque tiene miedo a enamorarse. Porque eso es lo que estaba a punto de lograr ella. Que se enamorara. ¿O quizás ya lo haya logrado? Pero, en fin. Está acostumbrado a que lo bueno se le escape de las manos y no aprende la lección. Quizás ella ya le haya olvidado. O quizás no. Quizás tenga otra oportunidad. La última. Es orgulloso sí, pero esta vez eso no le sirve. Esta vez no la perderá. Es suya. En el fondo, nunca ha dejarlo de serlo. Se acerca. Espera a que se termine la canción. Ahora. Ahora es cuando debe atacar. La coge por la cintura, la acerca hasta que sus labios casi se rozan. Bailan. Disfrutan de su picardía. Ella, incrédula, impresionada, sonríe para sí. Quizás todavía quede una esperanza, quizás su orgullo no sea tan malo después de todo. Se miran. Él se acerca a su oído y le susurra con miedo, con arrepentimiento, con esperanza.
-          Te quiero, nunca te he dejado de querer. Lo siento. Quiero arriesgarme, quiero quererte. Quiero que seas mía, solo mía. Enamórame.
Ella sonríe. Le quiere. Es tonta. No, no lo es. Tiene miedo, sí. Pero le quiere. Se acerca a él. Roza sus labios y se separa al momento. Él, con ganas, la acerca. La besa. Se funden, se entienden. Quizás solo sea una intuición, pero se quieren.


Noche, noche dramática.  Frío en aceras mojadas por la lluvia de una tormenta de verano. Nubes que se alejan de ese pequeño paraíso, de ese dulce infierno. Estrellas que aparecen para hacer más amena la noche. Farolas que iluminan esa noche sin dueño.  Noche divertida, borracha, indiferente, distante, silenciosa. ¿Silenciosa? Por lo menos no en esa discoteca. Esta noche no quiero silencio, quiero ser yo. Yo misma. Es noche de fiesta, noche de secretos. Roce cuerpo contra cuerpo. Piel con piel. Desconocidos que influirán en tu vida peligrosamente con efecto positivo de sonrisas estúpidas llegadas a extremos insospechados de amores de verano, lejanos, duraderos. Recuerdos intactos, tragos largos y amargos. Recuerdos que se van durante un par de horas, al menos, trayendo palabras inconfundibles. En definitiva, noche loca.
¿Sabes por qué la llaman loca? Porque disfruta de cada una de las putas locuras que el mundo tiene reservadas para ella. Porque esta noche es mía. Solo mía. Y nadie me la va a quitar. Tengo mil argumentos para morir ahora mismo. Pero, querido desconocido, con este vaso en la mano y tu mano en mi culo, tengo mil y un argumentos para seguir viviendo.
Noche. Noche loca. Loca. Sí, yo también estoy loca. ESTOY LOCA.
Sinceramente me da lo mismo como suene, pero necesito estar así de loca, hacer cosas por instinto, equivocarme todas las veces que haga falta y sufrir las que sean necesarias con tal de vivir tal y como siempre he querido, libre, sin nada que me ate e impida que haga lo que quiera. Cuando creo oportuno no atiendo a razones y soy cabezota, me cierro en banda a todos y no doy mi brazo a torcer, pero sólo cuando quieren cortarme las alas, cuando pretenden aparcarme en un mismo sitio, sin hacer demasiado ruido o movimiento en mi vida por miedo a hacerlo mal o a fracasar en el intento. Pero es que me da lo mismo, creo que debemos vivir ni más ni menos, hacer lo que te pida el cuerpo, lo que te pidan los pies, lo que te pida tu corazón, lo que te pidas tú misma. Hazlo. Sin más, hazlo. ¿Qué quieres fiesta? Toma fiesta. ¿Quiero hacer locuras? Pues hoy tengo ganas de hacer locuras. Rompe las reglas. Perdona rápido. Besa lentamente. Ama verdaderamente. Ríe incontrolablemente. Y nunca te arrepientas de nada que te haya hecho sonreír.
Noche. Noche loca. Noche irrepetible. Mi noche.


Tengo algo claro en la vida y es que no quiero perderme absolutamente nada de lo que tenga oportunidad de vivir, cada experiencia es un aprendizaje. Sí, me he pegado una hostia del quince por llevar esta manera de pensar a la práctica, pero gracias a esta manera de pensar he vivido momentos que no ha vivido nadie. Inigualables, increíbles, irrepetibles. Momentos que por años que pasen seguirán siendo recuerdos que jamás podrán olvidarse. Y que por supuesto, ninguna caída, por muy mal que haya resultado, me va a arrebatar mi sonrisa. Porque es lo único que tendré seguro siempre. Da igual, pues esos momentos, esos segundos, minutos, horas... Eso, eso no nos lo quita nadie, ni a ti ni a mí.

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