miércoles, 31 de agosto de 2011

Tienes el poder.


Horas. Horas desnudas. Enterradas en una cama fría, porque tú no estás a mi lado. Pienso y recuerdo con gotas de acero que colman tus besos. Recuerdos, muchos y bonitos. No me conformo con eso, por mi parte, te entrego mi corazón. Pero a estas horas de la noche, 4:03 de la madrugada, es demasiado tarde para llamarte. En mis ojos estoy pidiendo a gritos poder verte, y esta noche estoy soñando con todas las cosas que hemos pasado. Y supongamos que no soy nada sin ti… Ahora mismo podrías hacer conmigo lo que quisieras, sabes que seguiría ahí. Lo sabes tanto tú como yo. Y podrías romperme el corazón, tirarlo al suelo y pisarlo que yo volvería, por muy lejos que estuviese. Hasta que te volvieses a cansar de mí. A veces, me da por pensar que sería mi vida sin ti, que sería de mí si tú ahora desaparecieras por arte de magia. Que sería de mí, sintiendo todavía el sabor de tus besos en mis labios, sintiendo todavía la ilusión en mi interior. Y llego a la conclusión de que me quedaría sentada, viendo pasar la vida, esperando a que llegaras tú, intentando capturar nuestra historia, y llegando a la conclusión de que por muchos años que pasaran tú seguirías siendo la persona por la cual vivo…
Sé que te molesta que me emparanoye, pero quizás lo hago porque tengo miedo. Tener miedo a algo es señal de que ese algo es importante para ti. Y tú no es que seas demasiado importante, es que tú eres lo importante. En todas tus palabras, en tus caricias y miradas…  tú me das lo que nadie me ha dado en mi vida. Y solo al mirar, podemos llegar a entender que jamás nada ni nadie en la vida nos separarán.
Y recuerdo, recuerdo y me adentro en días calurosos, mojados por tormentas de verano. Días inolvidables, días veintiunos. Recuerdo aquel día, tú a mi lado, dejándote llevar. Mientras, nos quedábamos quietos, dejando que la piel cumpliese, poco a poco, todos sus deseos. No había nada que hacer y nos quedamos allí contándonos secretos, diciéndonos bajito que lo nuestro siempre será eterno.
Sé que es lo peor que podía hacer. Ahora, tan tarde, pensando tanto. Tantas cosas. Buenas, otras malas. Lo siento. Te prometí que no me haría daño. Que cuidaría de mí cuando no estuvieras.  Pero no puedo dejar de pensar en ti. Y tantas horas, sola aquí en mi cama, no son buenas.


Te echo de menos, sí. Adiós orgullo, te echo de menos. Mío. Tuya. Nosotros. Nuestro. Joder. Yo, tú, mí, me, contigo. Juntos. Tú y yo. Tú, con tus ideas disparatadas. Tú, con esa risa que te caracteriza, que te diferencia de los demás. Tú, y tus ojos. Grandes. Verdes, y esas pestañas largas. Tú, y tus besos. Tú, y tus abrazos. Tú, y tus te quiero. Tú. Tú. Tú. Tú. Sencillo. Preciso. Exacto. No pido a nadie más. Me aterroriza la idea de seguir sin ti. Sola. Eres la persona a la que más he querido. La que más quiero. Lo único que necesito. Tú. No sabes hasta qué punto te echo de menos… un día más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario