martes, 13 de enero de 2015

Fuero interno a la luz de una confesión de Invierno.

Vaga lentamente, descalzo, por el suelo de mi mente como si fuera una canción que marca cada rincón para que pueda encontrarle. Impregna mis pensamientos con fugaces recuerdos que me arrancan su sonrisa, que es la mía. Sus ojos, tranquilizadores, descansan sobre los míos impidiendo que deje de creer. Que en estos tiempos la esperanza es escasa, pero es lo único que nos queda.
Desvelando, tenue, de forma inconsciente,  aquellos sentimientos que un día quise quemar para proteger mis besos. 
Contradicción. ¿Debes o no? 


Destinos que se cumplen y se pierden entre la multitud. ¿Cómo puedes saber que el esfuerzo no dolerá? Sentimientos oscuros, ocultos, guardaron las llaves de lo que un día prometieron no volver a pronunciar estos labios malditos, sedientos, resquebrajados. Pero ya hemos divisado el horizonte y el miedo ya no nos aterra como aquel invierno.
No es fácil. ¿Cuándo lo fue?
Por eso sigo aquí. 
No cedamos en desventajas.
Que lo que cuesta suele atraer, que lo que no cuesta no vale la pena.

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