miércoles, 30 de diciembre de 2015

La distancia solo separa los cuerpos, no los sentimientos.

Sin evocar, dulcemente, el llanto alegre del que un día fue, se recostó frente a las sábanas, inertes ante tanto dolor cerrado, ahogado, en esta dulce canción deshilachada.
Sentirte cerca no era duro. Simplemente, inevitable. Pero ni las horas se congelan ni la luna es más bella en la madrugada.



Y, entre los baldosines de Madrid, hallé la calma perdida entre las calles sin nombres conocidos, ya olvidados con el paso de las manecillas sonrojadas por tu luz.
Puede que las palabras tiemblen ante el soneto convertido en verso pero hoy el juego no tiene sentido si tú no estás aquí.

Y, sin quererlo, ante el paso de las ciudades que, sin importancia, ignoran el saber, recité mis pensamientos con la esperanza de un “te volveré a ver”.

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