No confíes. No te dejes
vencer.
No cedas. Mantente firme.
No huyas. Permanece ante el
peligro.
No llores. La cabeza al
frente.
No ames. No permitas que
atraviesen tus murallas.
El dolor vendrá tarde o
temprano. Como una brisa ligera que tornará en el pétreo aliento de un silencio
que atraviesa y destruye todo a su paso.
No ames. Y, si lo haces, ama a
medias. Deja un camino de huida. Deja un lugar donde las lágrimas no marchiten
los muros de tu palacio.
Ansiada es la hora y dolorosa
la llegada de ese puñal mezquino, que no se apiada ni de la más sutil belleza,
encerrada entre esos labios, resecos de mentiras, engañados, torturados por un
amor que nunca debió crecer.
No ames. No cedas. Resiste.
Sé fuerte y no te dejes
vencer.
No tendrán piedad.
Aun así no hagas daño.
Pero ama a medias.
No des todo al desconocido de
palabra esperanzadora.
Aunque estés incompleta.
Es mejor que estar rota.
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