Y duele pensar que das más de
lo que esa persona está dispuesta a hacer por ti. Duele saber que el declive
interno se apodera de tu ser. Pero aquí nadie puso las cartas sobre la mesa y
nos perdemos entre las aguas marchitas del comienzo del invierno.
Buscamos un descanso entre las
lágrimas, fugaces, que rasgan mis mejillas al contacto con sus labios.
Persistimos en el intento frustrado de volver a encontrarnos. Pero tú eras más
de ocaso y yo de encerrarme hasta el
amanecer.
Y así nos quedamos, en un intento
frustrado.
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