miércoles, 7 de noviembre de 2018

Por suerte, la cosa cambió.

Quise tragarme todos mis miedos; engullirlos; enterrarlos en lo más profundo de mi ser. Anclarlos al fondo, que se ahogaran con sus propias lágrimas y cesaran esos gritos asfixiantes. Pero eso no te salva la vida. Más bien todo lo contrario.
Te destruye.



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