sábado, 30 de noviembre de 2013

Final del trayecto: La felicidad está en los pequeños detalles.

Y allí estaba, tonteando con el tiempo. Jugando a un juego en el que nunca tuvo elección. No había elegido el destino pero, al menos, no la habían llevado a un lugar horrible.
Allí estaba ella, mirando a través de los cristales de un tren que se quedó a mitad de camino sin silencios. Parada tras parada, fue deshaciendo cada equivocación de aquel nuevo invierno que asomaba en cada gota de lluvia al resbalar por los cristales. Su reflejo era más constante, más... frío. Sus ojos, más brillantes.
Cada vez estaba más lejos de aquel olor a lavanda y a falso. ¿Estaba huyendo? No, estaba intentando continuar.
-Es un reto imposible- se repetía una y otra vez con aquella voz apagada.

El túnel dió paso a un sol sofocante y húmedo por la lluvia. Un tanto eclipsador. Intentó, en un vago intento, rozar sus filamentos dorados con la punta de sus dedos. Pero eso es cosa de ángeles, no de vagabundos.
La lluvia dió paso al frío y, éste, a la nieve. Solía quedarse observando como aquellos pequeños copos se deshacían al caer al suelo y dejaban escapar consigo aquel silencio que tanto deseaba recuperar.
El tren no se detuvo (ni la nieve). Continuó su trayecto. Recorrió todas las paradas, tres veces. De principio a fin.
Tres veces.
Y así, llegó al final del trayecto. Y lo comprendió todo...
Era Feliz.

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