Ningún tipo de sentimiento ni emoción se pueden forzar. Ni el amor ni el cariño; ni el odio ni el miedo. No se pueden comprar ni vender. No se puede obligar a alguien a sentir algo que ya no siente.
Cuando las manos tienen que sostener lo que el corazón ya ha perdido, ¿de qué sirve?
Tus gritos no harán que te prefiera a ti. Ni tus amenazas. Ni siquiera mis miedos.
Mi libertad reside en que, sabiendo sobrevivir sin ti, prefiero estar a tu lado antes que llamar a otros. No hay dinero que me compre. Ni amenaza que me asuste tanto como para mantenerme a tu lado si decido irme.
No eres mi dueño. Ni mi dueña.
Yo no funciono así.
Soy libre.
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