Quería sentir que los mundos
volverían a refugiarse en la soledad de la noche.
Bajito, susurrando, cantarían
a las estrellas las batallas y venganzas planeadas;
los logros y los sueños
escondidos bajo la tela de sus banderas.
Pero la luna responde siempre
con la misma pregunta que consigue evaporar la tranquilidad:
“¿Quién eres tú?”.
Y, así, uno a uno, cada caminante evitaba sus ventanas,
negras, vacías,
con la esperanza de una nueva luz al alba...
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