Esa noche murió.
No encontraron venas en su sangre. Ni mercurio en sus arterias.
Sólo polvo en su mirada y lágrimas en sus mejillas.
Esa noche murió.
Muerta de miedo, sola y sin pesadillas.
Con mariposas que se derramaban por sus muñecas, dejando escapar la vida.
A borbollones.
Esa noche murió.
Con la mirada perdida y aún más perdida la ilusión.
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