lunes, 14 de marzo de 2011

Esconderme sin querer detrás de unos ojos cerrados.


Se habían conocido cuando el relojero los abría y desde la distancia, se habían enamorado. La bailarina se quedaba mirando el desfile para ver a su soldadito. Ella bailaba para su Soldadito del reloj todos los días, quien le decía la hora y saludaba. A las doce de la noche, él saliendo de su reloj, la acompañaba y bailaban juntos, diciendo lo mucho que se amaban. Así pasaron, muchos días y noches, hasta que otro de los Soldaditos del reloj se enamoró de la bailarina. Envidioso de que la bailarina solo hiciera caso al soldadito, empezó a dispararle, y el soldadito cayó destruido. La bailarina lloraba y lloraba por su soldadito. Y se encerró en su caja de música porque ya no quería bailar… 


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