viernes, 29 de abril de 2011

Cárcel de cristal.

Nunca llegas a acostumbrarte del todo. 
Es demasiado. Demasiadas cosas. 
Siempre igual. Siempre lo mismo, sí. Pero cuesta tanto... 
Marcharte una y otra vez.
Y entonces entras en la ciudad. Esas calles. Ese parque. Ese puente. Esos edificios. Ese. Ese en concreto. Lo conoces demasiado bien para tu gusto.
Encerrada. Encerrada en una cárcel de cristal. Sin salir. Sin asomarte a una ventana. ¿Para qué? No quieres recordar nada, no quieres pensar lo afortunados que son ellos, lo felices que son. No quieres pensar lo que te estás perdiendo. Este sitio. Este sitio tan distinto a aquel que era mi mundo. Mi vida. Mía. Mía y de nadie más. Hasta que una tarde te la arrebatan de golpe.
Y vuelves a mirar.
Porque, cuando todo acabe, sabes que renacerás. 


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