miércoles, 6 de abril de 2011

Promesa incumplida.

Despiertas de madrugada. Otra vez esas pesadillas. Pero no recuerdas nada. De pronto, ves su cara, le recuerdas y lo primero que haces es echarte a llorar. No lo entiendes. Se supone que…
Y meses después, vuelven. Pero esta vez no es por él, esta vez no duelen de esa forma. Esta vez eres capaz de dormir, antes apenas dormías 5 horas seguidas.
Hacían daño. Dolían. Quizás demasiado para entenderlo.
Ahora es distinto.
Ahora hay otro motivo, quizás no más importante, pero duele igualmente.
Cinco meses. Cinco meses sin poder verle, sin poder tocarle. Cinco meses prometiéndote, cada día, que irías a verle cuando todo pasara. Que todo volvería a ser igual.
Ya no.
Una promesa incumplida.
Y esa sensación de que te estás muriendo por dentro. Sí, la conoces bien.

 “No puedo decirte que no llores, porque en estos momentos es algo imposible. Pero piensa que él no querría haber visto así. En este momento, lo que tienes que hacer es quedarte con lo bueno, con esas sonrisas, esas tonterías, las caricias y los abrazos. Todo aquello que te hizo sentirte segura por un momento, a su lado. Recuerda esos momentos en los que se reía contigo y piensa que si se reía es porque era feliz. Y eso es lo único que te tiene que importar ahora. ”

No hay comentarios:

Publicar un comentario