viernes, 11 de noviembre de 2011

Mi sueño en pequeños frascos de instantes.


El sueño de cualquier persona no es tenerlo todo, si no disfrutar de lo que tiene. En definitiva, disfrutar de la vida, de la rutina, de tus amigos, de tu novio, de tu novia, de tu familia, de tu portátil, de tu casa, de tu tele y de aquella película que visteis los dos juntos en el sofá de tu casa mientras las ideas disparatadas ejercen fuerza sobre nuestra piel. Disfrutar de esas horas montando tu casita de muñecas, de esos disfraces imposibles en tu cabeza, de las sonrisas que te regalan, de esos abrazos, de esas palabras de ánimo, de tus pingüinos amarillos, de las canciones que significaron algo en tu vida. Sí, a veces no nos damos cuenta de lo que significan las canciones. Las escuchamos y repetimos la letra sin entenderla, hasta que, un buen día, te paras y piensas: “¡Es verdad! quiere decir tal…”. Pero, entonces, esa canción no la escucha nadie… y, ¿qué más da? Lo que importa es lo que significan para ti, porque las mejores canciones son esas que te reviven el momento en el cual las escuchaste por primera vez. Disfrutar de su cara, de tus locuras, de esas noches, de las sábanas recién desechas, de los pijamas mal puestos, de los perritos calientes que te comes con tus amigos en vuestro parque, de los partidos de fútbol con tu camiseta de España y pintura en la cara, de esos tacones de aguja y de los vestidos de noche, del maquillaje, de tus coloretes, de esa tarde buscando el mejor vestido para que él te vea guapa, de ese banco, de sus besos, de las cosquillas, de las tartas de donuts, del deseo, del “tú y yo”, del “nosotros”, de las fiestas y las cenas en tu terraza, de tu sonrisa y de tus pestañas infinitas, de aquella noche depilando a tus amigos, de los masajes, del césped, del “eres solo mía”, del helado de chocolate, de las tortitas, de los peluches, de los soportales, del último beso cada noche al despedirte, de tu miedo a los perros que te miran con cara de asesinos, de las sesiones de fotos y tu cámara, del “asume que te quiero”, de las 15:15, del teléfono, de tu cama, de su cama, de sus mensajes, de los ojos de plata, de tus dinosaurios, de esos libros, de tu voz, de la guitarra, de tus gafas de sol, de las estrellas que tapas con tus dedos, de los deseos, de la piscina de olas, de los barbos, de los besugos, de la prima sepia, del Carrefour, del Mercadona, de Menacho, de los jumpers, de la colonia de Ale, del olor a Stylius, de la colonia de Tous, del dinero, de tu móvil-mp4, de la Wii, de la PSP, de la pasta, del azul eléctrico, del jamón serrano, del euro del Macdonald, de tu reflejo, de tu orgullo, de los lacasitos, de la ensalada de pasta, de las cerezas, del agüita, del Nestea, de la limonada, de las pequeñas cosas que nos hacen grandes. Pero, en ocasiones, cuando el aire falta, cuando sentimos cómo nuestros sueños se  descomponen, llegan a nuestras vidas recuerdos de instantes pasados, instantes que nos llenaron de sonrisas. Y nos damos cuenta de que, en ocasiones, dejamos pasar la vida por complicaciones o, simplemente, por orgullo. Por eso, a partir de ahora, a partir de este preciso momento voy a disfrutar. Disfrutar de las caricias, de los domingos en el sofá, de las tardes haciendo el loco, de mi risa y de la tuya, de los charcos, de la lluvia, de los viajes, de cada día. En definitiva, disfrutar de todo lo que tengas. ¿Por qué? porque esa es la mejor manera de vivir.

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