domingo, 30 de enero de 2011

Tengo todos los síntomas.

Entonces ves los copos de nieve caer, poco a poco, y te das cuenta de que llevas media hora embobada mirando por la ventana como una niña pequeña, con esa pedazo de sonrisa que tapa toda tu cara.
Decides bajar corriendo las escaleras. Pegas un salto y sales a la calle. En un segundo, tu abrigo, tu bufanda y tu gorro están tan blancos que es imposible distinguirte.
Sientes el frío, te estás congelando. Pero, ¿y qué?
De repente, le ves allí, sentado, mirando a la nada, como esperando que pase algo que piensa que nunca va a pasar.
En ese momento levanta la mirada, te mira y te sonríe. Esa sonrisa. Con esa mirada tranquilizadora. Esa que te dice: “Tranquila, estoy a tu lado. Sé fuerte.”
Y repito, esa sonrisa. Esa sonrisa, sí. Esa por la que empezó todo, el primer día que os conocisteis, esa que se introdujo sin avisar en tu mente grabándose poco a poco hasta no poder borrarla, esa que ahora no puedes arrancarte. Y mira que has tenido cuidado, esta vez sí.
Pero después te obligas a retroceder.
No puedo… Quizás, es que, en el fondo, no quieres, piensas.
Algo que alguna vez conociste como "cables en la cabeza".
Pero luego siempre aparece esa vocecilla, ahí dentro, que no para de repetirte:
-Y yo, y yo..


No hay comentarios:

Publicar un comentario