jueves, 15 de marzo de 2012

Historia a la medianoche.

Creo recordar que tenía un nombre. Pero lo perdí una noche, entre el humo de los cigarrillos mal apagados y los sonetos de una mentira. Dicen que quizás perdí el rumbo entre mis zapatos y ya no llego a la cintura de la mujer a la que ame. Fiel retrato de una musa. Decían que mi nombre era un verso acompasado por miradas con un beso al final de mis comisuras. Entonces, cuando pretendo encontarlo en algún recuerdo, poco a poco,  me desprendo de las ataduras que aprisionan las alas de mi alma y siento como el viento se alía con mi vuelo, sin dirigirlo. Pero solo hasta que escuchaba sus tacones hiriendo el suelo. Y podía detenerme a mirar como el viento lamía los bordes de su vestido negro. Y me quedaba inerte, memorizando cada pliegue de sus labios... Lo sientes. Lo sabías. Sabías que era peligroso, que te habías equivocado de lugar, de tiempo, de modo. Pero daba igual, seguías allí, enfrentándote al peligro, analizando toda la información, bebiendo su imagen, su sonido, todo en ella te hacía feliz pero de repente...

Creo recordar que tenía un nombre. Pero lo perdí una noche, entre el humo de los cigarrillos mal apagados y los sonetos de una mentira. Quizás, algún día lo recuerde. Pero puedo afirmar que ella se lo llevó con un pedazo de mí que nunca llegué a encontrar por la ciudad. Decían que la habían visto con otros, con sus besos de carmín y su mirada traviesa, encauzando las mentiras con su cabello revuelto.
Y creo recordar que tenía un nombre. Y creo... que era Alberto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario