miércoles, 5 de octubre de 2011

No importan los días, que pasen las horas. (VI)

5 de Julio.

No sé qué me pasa. Desde hace un tiempo veo a R. distinto. No es él, soy yo. Es mi manera de verle la que ha cambiado. Una tontería que sale de su boca tiene una gran importancia en mi corazón y en mi mente. Son esas palabras que, quizás, simplemente se quedan marcadas en tu alma y no importan a nadie más…
Creo que… sinceramente, me da miedo decirlo. No quiero equivocarme. En el fondo, me da miedo olvidar a C. Sobre todo me da miedo dejar de tener miedo porque, si se va ese miedo, sé que se irá ese amor también con él. Pero últimamente ya ni me acuerdo de que existe. Solo cuando le nombran, o en momentos en los que escucho esa canción. Luego, siempre, está R.  Pero, ¿qué le iba a decir? ``Oye veras, es que te conozco desde hace unos meses. En ellos, solo hemos hablado como personas normales. Hasta el último mes. Y veras, quería decirte que extrañamente despiertas algo en mí. No sé lo que es, pero es algo impresionante. Algo que a lo mejor se me pasa en unas semanas, aunque estoy segura de que no. Algo que se me ha metido aquí dentro y se niega a salir.´´
Se quedaría pilladísimo. A lo mejor hasta saldría corriendo. No me extrañaría. Solo somos amigos. Amigos. “La necesidad de verte reír es lo que me hace dibujar mil sonrisas para ti. Y tú quizás nunca sabrás que soy esclava de tu mirada y me gusta vivir así, con tal de verte reír...” Esa canción tiene nombre, tiene rostro. Solo necesito que sonrías. Tu sonrisa. Solo quiero que seas feliz. Y si para ello tengo que quererte en silencio, lo haré. Pero tengo que admitir que me empiezas a importar. Tengo miedo de quererte y pasarlo mal. No sé, me cuesta eso de estar contigo y no poderte acariciar. Se ha convertido en una necesidad. Eso de darte abrazos sin motivo, de rozar tu mano, de acercarme demasiado a tus labios. Antes no sabía ni que existías. Tampoco me importaba. Y mírame ahora, aquí, vigilando tus pasos…



5 de Agosto.

Fue algo tan grande. Pude notar un cosquilleo que me recorría de los pies a la cabeza, de un lado a otro, hasta rozarme el alma, hasta hacerme sentir bien. Fue más que eso. Era feliz, por mucho que digan que no es posible serlo del todo. Te puedo asegurar que en ese momento sobrepasé el límite de la famosa felicidad. Sus besos. Aquel beso…

<< 19:03 de la tarde. Estábamos en el parque. Todavía no había llegado nadie. Quizás, R. y yo habíamos quedado demasiado pronto. Quizás no había sido casualidad. Quizás.
Mejor así, quería estar a solas con él. Llevo todo el día pensando en él. Quería verle.
Mírale. Esos labios, pequeños, perfectos. Ese pelo enmarañado, despeinado, revuelto. Castaño, medio rubio. Y esos ojos. Grandes. Verdes. Preciosos. Esa piel, dorada. Le quiero. Lo sé, ahora sí. Porque cuando empiezas a sufrir, cuando no resistes besarle cuando estás a su lado, cuando le ves en otras caras… es ahí, en ese extremo de la cuerda, cuando puedes asegurar que estás enamorada.
-          Te quiero.
Me salió solo. No pude reprimirlo. Era lo que sentía. Tampoco hice nada para remediarlo. Le quería. Me miró. Sonrió. Está guapísimo cuando sonríe. Esa sonrisa perfecta. Se acercó, vi sus labios rozando los míos. Estaba a cero coma de mí. Me besó. Le besé.
-          Te quiero…
Me acerqué, se lo susurre. Y le besé. >>

Y otra vez ese número. Cinco. El destino ha querido que el número que tanto daño me ha hecho, que tantas veces he evitado, que tantos recuerdos me ha traído, sea el número que más feliz me hace en estos momentos. Cinco. Ya no duele pronunciarlo. Cinco. Ni escribirlo. Cinco. Incluso, puedo decir que me gusta. Cinco, cinco, cinco. Hoy, el día que vuelvo a ser yo. Hoy, el día de nuestro primer beso. Hoy, es cinco. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario