jueves, 13 de octubre de 2011

Prólogo: No importan los días, que pasen las horas. (Tercera parte)

6 de Octubre.

19:35 p.m. Acaban de enterrar a Carlos y a su hermano. Hoy me he enterado de todo lo que pasó. Porqué me dejó, qué ocurrió, que un día vino a mi casa nada más levantarse, el accidente de sus padres, su hermano en coma y que ayer se tiró desde lo alto del puente de la ciudad. Acabó con su vida y con todos los recuerdos. Todavía no entiendo por qué no quiso que le ayudara. Su tía Marta me ha contado que quería mantenerme al margen y que fuera feliz. Todavía no comprendo nada. Lo único de lo que estoy segura es de que nunca le olvidaré, siempre fue y será mi primer gran amor. No he dejado de llorar desde esta mañana cuando, a las 12 de la mañana, mi madre vino al instituto a darme la noticia. Menos mal que Rui está conmigo.
Me quema el alma, me escuecen los ojos. Debería haber estado pendiente. Debería haber sospechado que nada fue normal. En fin, ya es muy tarde para sentirme culpable. Pero es que nunca le llegué a olvidar del todo. Nunca olvidas a alguien importante en tu vida, solo aprendes a vivir sin él. Pero quiero a Rui. Le quiero y eso, ahora es lo que importa.
-          Leyre, es tarde. Tenemos que irnos.
-          En seguida, Rui. Me voy a despedir.
Me acerqué a su tumba una vez más y susurré bajito, como al oído, igual que hacía con él para decirle “te quiero”, acabando rozando sus labios.

“Te he comprado la rosa más bonita que tenían en la floristería y la he colocado sobre su féretro. Espero que te guste. Debes saber que siempre te quise. Adiós, Carlos. Te prometo que nunca, jamás te olvidaré”.



FIN

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