miércoles, 21 de diciembre de 2011

Siempre hay algún motivo por el que continuar {21#}

Miré al frente. Allí estaba él. Sus manos sujetaban el espíritu ganador; sus pies rodaban mágicamente el balón haciéndolo volar más allá de las redes de la victoria. Quizás, era su mirada. El encuentro del verde y el marrón añadidos a ese toque especial. Un toque con efecto.
Tal vez, era su boca, sus labios… rosados, sabrosos, apetecibles. Deliciosos, con sabor a mar, a las olas turbulentas chocando con las rocas de la orilla. Su pelo, castaño tirando a rubio, ondeaba al viento al paso de su espléndido avance hacia la portería.
¿Conoces esa sensación de pensar que alguien te está mirando? Pues él me miró. Creo que fue una mínima de segundo, un instante dulce. Y solo supe sonreír con el exclamado rugido de los seguidores en las gradas a mi espalda avivando el ambiente.
Fue, quizás, un microsegundo… pero mordió su chapa.
Y jamás, nadie me ha demostrado más en una sola tarde. He de añadir que estaba lloviendo. Seguramente, solo los que me conozcan de verdad entenderán el porqué de las palabras escritas.


“Veintiuno”
Aquel número resonaba a su espalda, inscrito en su camiseta del color del crepúsculo cuando está alegre. Quizás, no signifique nada para muchos pero para mí… lo es, básicamente, todo.
Mi móvil emitió la despampanante ilusión de aquella llamada. Aquella canción, con sus acordes, con sus cuerdas mal afinadas, con su constante contoneo. Todos los momentos importantes de mi vida han tenido banda sonora incorporada. Este no iba a ser distinto.
Un flas-back. Recordé aquel día, aquella noche, aquellos labios y alguna que otra lágrima. Recordé sus ojos, el miedo impregnado en mis palabras y la voz de la televisión rondándome por la cabeza. ¿Sabes que día era? Aquel día era veintiuno.


"Veintiuno" y todavía nos queda mucho que hacer por aquí.

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