jueves, 1 de diciembre de 2011

Segunda planta. Habitación nº16.

No sabes lo que es que al final de ese pasillo solo veas esa habitación. No quieres avanzar pero el peso de tus maletas te impide pararte obstaculizando el paso mientras el peso de tus lágrimas te pide un respiro antes de entrar en esa cárcel de cristal. Reconoces ese olor. Huele a lavanda y a limpio. Huele a falso. Guardas los restos de tu sonrisa en la maleta, de todas formas solo son restos. Sacas la máscara. No es la típica máscara. No es blanca, ni tiene una sonrisa pintada. Es una mentira con cuerdas que se implantan en tu alma. No hay salidas de emergencia, ni sonrisas de repuesto en el almacén. El frío recorre tus venas, impregnándolas de ese miedo con dosis a medida. ¿Conoces esa sensación de no querer salir de tu habitación? Para qué iba a salir. Solo iba a ver un pasillo largo, paredes blancas y bandejas vacías de esperanza. Esa sensación de querer que el aire roce tus mejillas llevándose el dolor de tu cuerpo dolorido. Miras por la ventana, ya es otoño. Me encantan los colores del otoño, la variedad que hay. Verde, rojo, amarillo, marrón.  Me gusta el olor a frío. Ese olor a tierra recién mojada; las gotitas de lluvia que caen mojando tus sentimientos enfundados en piel. Pero hoy… Hoy huele a recuerdos y a lágrimas derretidas. Huele a palabras traicioneras y a miradas de reencuentro. El reflejo mojado de unas cuantas miradas aparece incrustado en un par de guantes con la única intención de cerrarse en banda, tras horas y horas de fotos que pasan. Y de tanto esperar, he perdido las ganas de seguir mirando a través de la ventana. El fuego consume las palabras, olvida los días que quejaron marcados en tu piel. Y, al final de todo, páginas en blanco y bufandas a juego con unas cuantas llamadas que esperan buscando sonrisas. Y ahora que no me ves, después de disimular, puedo mentir con tu ilusión desgastada. Tan peligrosas palabras, me refugio en tus labios. Esta noche se pone muy borde si te vas buscando despojos de caras pasadas. Estoy cansada, agotada. Necesito relajarme, ponerme los cascos y sumergirme en mis sueños. Lo más fascinante de todo es que en un abrir y cerrar de ojos puedes pasar de la más absoluta belleza sosegada a una auténtica violencia despiadada. Tus manos no te engañan. Hace calor y no llegas al interruptor. Estás sola, tu habitación a oscuras. Así que, me entretengo dibujando desprecio por las paredes porque en esta habitación nada duele.



Otoño. Sí, me encantan los colores del otoño, la variedad que hay. Verde, rojo, amarillo, marrón…

No hay comentarios:

Publicar un comentario