jueves, 15 de diciembre de 2011

Vive a lo loco que lo bueno dura poco.

Soy de las que piensan que lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. No soy de forzar las cosas, pero tampoco soy de esperar. Soy de las que viven rápido para no pensar. Soy de las que sonríen por no llorar. Soy de las que actúan y luego piensan, de las que se contradicen. De las que no tienen nada demasiado claro.  Soy de las que dicen “nunca más” y siempre vuelven. De las que lo intentan y lo acaban consiguiendo. Siempre procuro ir más allá del intento. Soy de las fuertes, bastante más de lo que aparento. Creo que el karma maneja los hilos. Pienso que hoy estamos aquí, mañana allí, la vida puede dar giros de 360º y sorprenderte hasta puntos extremos. Creo que hasta lo más insospechado puede ocurrir. Pienso que el amor es ciego. Y que a veces tenemos la salida a la vista. No ves que es esa la salida, pero como esperamos que la solución nos venga tan... masticada, casi digerida, que nos den todo en bandeja...
Esperas una solución inmediata, tal y como tú la has prediseñado en tu cabeza, esperas que las cosas salgan a tu manera y así no saldremos de nada...  No saldrás de ningún problema, primero, hasta que no veas abiertamente cuál es el problema; y si ya sabes que es un problema entonces, ¿Por qué sigo? Después de horas, tumbada en una toalla sin más ruido que el de las hojas de los árboles durante toda una tarde, he llegado a varias conclusiones, todas ellas conducen a lo mismo.
Tiempo.



El tiempo, no es nada preciso, nada matemático, es incierto y no siempre acompañan las circunstancias pero... creo que de a pocos se construyó Roma, pienso que no podemos empezar una casa por el tejado, primero hay que poner los cimientos sobre los que sostenerte. Dicen en estos casos que ya vendrán tiempos mejores, y ahora que lo pienso... ¿Tiempos mejores? ¿Acaso estos son malos?
Hay dos posibles salidas de este laberinto: ¿Me retiro o sigo? E aquí una gran pregunta. Sé la respuesta, y no voy a rendirme. Dejaré que la vida siga su curso. Siempre confié en el destino, por ejemplo, si dos personas están destinadas a encontrarse da igual la situación, da igual lo que se ponga por delante, da lo mismo la distancia, o si hay alguien de por medio, da igual si no nos acompañan las circunstancias… hay reencuentros inevitables que tarde o temprano acabarán sucediendo.

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