jueves, 1 de diciembre de 2011

Los recuerdos siempre estarán ahí, queriendo salir a la superficie.

Sientes miedo, estás cansada y sientes frío. Las noches cada vez son más largas y ya no recuerdas lo que es dormir 6 horas seguidas. Te envuelves en palabras de papel y nadie puede comprender con exactitud los hechos.  Nadie puede ayudarte en esto. Estás sola, es tu parte del trabajo. Un trabajo que tienes pendiente desde hace mucho tiempo. Tienes miedo. Miedo a ti, a ellos, a las miradas, a esos 72 ojos, al espejo. En definitiva, miedo.


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando puertas, cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos. Lo importante es poder dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.  Pero, a veces, el miedo nos arrebata esa independencia sobre nosotros mismos. Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente  rebobinando el casete y tratando de entender por qué sucedió tal hecho pero el desgaste va a ser infinito porque en la vida, tú, yo y todos estamos abocados a ir cerrando capítulos. A pasar la hoja. A terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir para adelante. No podemos estar en el presente preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió. Y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. No. Los hechos pasan y hay que dejarlos ir. Por eso a veces es tan importante romper fotos, quemar cartas, destruir recuerdos, cambiar de casa, de ciudad. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar esa página, hay que vivir solo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó. No esperes que te devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres. Suelta. El resentimiento, no sirve nada más que para amargarte, acabar contigo.


La vida está para seguir adelante, nunca para atrás. ¡Puedes enfrentarte a todo eso así que hazlo! Tienes que decirte a ti mismo que no, que no vuelva. Pero no por orgullo ni por soberbia sino porque tú ya no encajas allí, en ese lugar. Tú ya no eres la misma que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año… por lo tanto, cierra la puerta, pasa la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo desprender lo que ya no está en tu vida. Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, nada es vital para vivir porque cuando viniste a este mundo llegaste sin ese adhesivo, por lo tanto es costumbre vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy no eres capaz de dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y humanamente se puede lograr porque, te repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero... cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, suelta... Hay muchas palabras para recuperar tu salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. Esa es la vida... aunque los recuerdos siempre estarán ahí, queriendo salir a la superficie.


No hay comentarios:

Publicar un comentario