jueves, 15 de diciembre de 2011

December.

Siempre hay un punto de partida y un punto de llegada.
En medio de la noche tu mente se tropieza con pensamientos encontrados y recuerda alguna parte de ti que se quedó hace algún tiempo atrás. En aquel verano turbulento en el que acabó tu gloria y comenzó tu desdicha. Supongo que las sonrisas más sinceras son las que se dibujan en tu cara cuando estás sola y no tienes que mostrar ante nada ni ante nadie que estás bien... no actúas, tan solo es eso… te sientes bien. Aunque probablemente sea algo efímero. Quién sabe. La vida es una sucesión de momentos, algunos buenos, y otros no tanto. Pero cada uno de ellos importa, te enseña; maduras, cambias, evolucionas. Sigues adelante. A veces llorando, otras riendo, y otras con los brazos cruzados pensando “Pero, ¿qué mierda es esta?”
Es curioso todos lo que puedes llegar a sentir en tan solo un día. Sentirse feliz, insegura, vencida, confundida, desolada, sola, enfadada, terriblemente enfadada, decepcionada, absurda, nuevamente enfadada, algo desquiciada y finalmente... ¿Impaciente? ¿Extrañamente... segura? ¿Tal vez fuerte?
Y darle al play nunca me había hecho tanto bien, porque en el momento en que te dejas caer en brazos de la autocompasión, estás perdida. Ser salvada por una misma deja ver cómo eres y probablemente esta forma de ser me siga trayendo problemas durante muchos años... la verdad, no lo sé.
Me siento preparada para el gran golpe, aunque no dejo de pensar que todo iría mejor si la batalla terminase y dejase paso a una tregua. Pase lo que pase, probablemente duela igual, antes o después. Al fin y al cabo, las noches siguen pasando y el sol sale de nuevo cada madrugada. El mundo sigue girando. Si el mundo no se detiene, no te pares tú tampoco. En dieciséis años que llevo de vida, he aprendido que en la vida lo mejor que debes hacer ante cualquier situación, buena o mala, es seguir caminando. Porque hay miles de razones maravillosas en la vida por las que ser felices. Entonces, no podemos esperar.

Esta es la primera noche en la que no ruego a las estrellas una lluvia de meteoritos. Y no sé si será malo o bueno, pero a mí me vale.

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